Tomando prestado, de forma muy libre, el título de su primer capítulo, arrancamos nuestra semana dedicada a El Ministerio del Tiempo. Y no hay mejor manera de comenzar esta pequeña semana monográfica que hablar precisamente de eso, del tiempo. Del tiempo y su relación con la narrativa española de todas las épocas.
Y es que el tiempo es, probablemente, uno de los conceptos más fascinantes y complejos que estudia la física. No es plan el meterse en este blog en harinas técnicas, y ponernos a definir el tiempo según la mecánica clásica o la relativista; entre otras cosas porque para eso tenemos a auténticos expertos que lo podrían hacer mil veces mejor -que uno es un simple aficionado, y de letras puras, para más inri-, y porque con pinchar en la dichosa Wikipedia uno tiene lectura para rato. El caso es que, en el campo que nos movemos en este blog, que es el de la narrativa de género, el tiempo ha sido y es objeto de nuestros desvelos.
Tampoco es mi intención hacer un repaso somero de todo lo que ha producido la narrativa universal al respecto del tiempo. Ese repaso somero da para un ensayo de 1500 páginas tirando por lo bajo, y yo en este artículo no pienso pasar de las 2000 palabras ni borracho. Que la idea es que los que habéis llegado hasta aquí terminéis de leer el artículo. Más bien lo que quiero es exponer algunos de los ejemplos de autores españoles que han escrito con el tiempo como eje y excusa de sus historias.
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Portada original de El anacronópete.
Obra del pintor y dibujantecatalán Gómez Soler (1870-1899)
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Porque, señores míos, España tiene en su haber un logro del que pocos lectores somos conscientes. Si preguntáramos a los lectores españoles, con un mínimo bagaje cultural, sobre cuál fue la primera novela que habla de una máquina del tiempo, una mayoría aplastante contestaría sin dudar que es La máquina del tiempo, de H. G. Wells, publicada allá por 1895. Y mira por donde que unos pocos años antes, en la Barcelona de 1887 veía la luz una obra de Enrique Gaspar y Rimbau de título de muy difícil pronunciación, El anacronópete. Una obra en la que, por vez primera en la literatura, se nos presenta una máquina gracias a la cual sus protagonistas cruzan los océanos de tiempo, que diría Drácula en la versión de Coppola. Cierto es que la obra, a diferencia de lo que ocurre con el clásico de Wells, es a los ojos del lector de hoy un auténtico coñazo. Y que el título tampoco es un dechado de virtudes comerciales, pero al César lo que es del César. Fue Gaspar y Rimbau el primero del que tengamos noticia en plantear la posibilidad de viajar en el tiempo gracias a un artefacto mecánico, y el que inauguró una corriente literaria española que ha dado magníficos ejemplos.
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Portada de Cerebros electrónicos en su
primera edición. Autor por acreditar. |
Una corriente literaria, la de los viajes en el tiempo, que en los años 50 del pasado siglo contaría con dos autores de excepción para los amantes al Pulp y los bolsilibros. El primero de ellos es José Mallorquí. En la colección Futuro publicaría una serie de novelas protagonizadas por el Capitán Pablo Rido, el cual es heredero de una inmensa fortuna y de una máquina del tiempo que alquila a gente adinerada deseosa de vivir nuevas aventuras. De los relatos del Capitán Pablo Rido el más fácil de localizar para los lectores actuales es Misterio Mayor, reeditada por Nova/Ediciones B en 2003 en la antología Cronopaisajes. Y el segundo autor que trataría el tema de los viajes en el tiempo es Pascual Enguidanos Usach, que firmó la obra de su vida, La Saga de los Aznar, como George H. White. Una obra que en 1978, con casi 60 entregas en su haber, fue reconocida en la Convención de Ciencia Ficción de Bruselas como la más importante publicada en Europa. Hablamos un autor y una obra que es tan injusta y miserablemente ignorada en España que nos recuerda, una vez más, que somos un país de incultos que se merece casi todo lo que nos pasa. Volviendo a lo que nos interesa, los viajes en el tiempo, en La Saga de los Aznar tienen una importancia vital, puesto que entre la cuarta y quinta entrega, Cerebros electrónicos y La horda amarilla, se produce un suceso clave en relación a los efectos de la teoría de la relatividad que servirán de desencadenante de la larga odisea cósmica de esa saga.
De aquí damos un salto temporal, nunca mejor dicho, y pasando por alto a Ángel Torres Quesada y principalmente su obra El Orden Estelar (lo siento Ángel, pero no hay espacio para tanto), o a la larga serie del Caballo de Troya de J.J. Benítez, llegaremos hasta Félix J. Palma, probablemente el autor más representativo de eso que podemos llamar Steampunk español, y uno de nuestros escritores con mayor proyección internacional.
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Portada de El Mapa del Tiempo
en su edición de Simon &
Schuster de 2011
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El gaditano Félix J. Palma, en la novela El mapa del tiempo, la cual da inicio a su trilogía vitoriana, retoma la obra de H.G. Wells para hacer un bellísimo homenaje a la literatura victoriana en general y a los romances científicos en particular. Una novela que tras ganar el XI Premio Ateneo de Sevilla, dio a conocer a Palma al gran público. Un escritor que, desde los parámetros de una ciencia ficción soft, reconstruyó el universo literario de Wells en torno a una peculiar empresa de viajes temporales. Con el mismísimo Wells como protagonista de la obra, son el viaje en el tiempo y sus posibilidades narrativas las que, una vez más atrapan a lectores de todas las edades. Una serie de novelas que cualquier amante de la buena literatura debería descubrir.
Y tras haber resumido el tema del viaje en el tiempo, toca adentrarse, aunque sea muy brevemente, en otra de las formas desde las que la literatura ha tratado la cuestión del tiempo, que no es otra que los posibles cambios que podría haber sufrido la historia de haber tomado caminos distintos. Aquellos ¿qué hubiera pasado si…?, a los que los lectores de género llamamos ucronías.
La ucronía, según la RAE, es la reconstrucción de la historia según datos hipotéticos. Esto, trasladado a la narrativa, se convierte en la reconstrucción lógica de la historia partiendo de acontecimientos que no han sucedido, pero que podrían haberse producido. Narraciones que, partiendo de un punto Jumbar, según la Wikipedia un acontecimiento singular y relevante que determina la historia futura, nos muestran la historia tal y como pudiera haber sucedido. Un género literario en el que, si obviamos a Tito Livio y su Libro IX de Ab Urbe Condita, o el Tirante el Blanco de Joanot Martorell, en España tenemos uno de los ejemplos más tempranos que se conocen, y que tomaremos como punto de partida. Hablo de la novela Cuatro siglos de buen gobierno (Novela de la Edad Moderna), de Nilo María Fabra, publicada en 1883. Una novela muy breve que a diferencia del Anacronópete, resulta amena de leer, y que nos narra la España que pudo haber sido, Iberia en este caso, de haber sobrevivido en infante Miguel de la Paz, nieto de los Reyes Católicos. El cual habría unido bajo su corona toda la península, dando paso a una Iberia que seguiría siendo la potencia más importante y respetada del mundo. Un texto ciertamente utópico que, de la mano de una dinastía de reyes nobles y justos, nos trata de mostrar cómo se podrían haber hecho las cosas.
A este pistoletazo de salida de la ucronía española le seguirán una buena cantidad de títulos que, como no podía ser de otra manera, han afrontado el coñazo de la Guerra Civil y el Franquismo. Obras ganadoras del Planeta, como En el día de hoy (1976), de Jesús Torbado, o títulos que en su día se vendieron como rosquillas tales como El desfile de la victoria, de Fernando Díaz-Plaja, o Los rojos ganaron la guerra, de Fernando Vizcaino Casas, no deberían desviarnos de títulos que si aportan algo especial.
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Portada de Fuego sobre San Juan en su
edición de Silente, 2003.
Autor por acreditar. |
El primero que merece ser destacado, no solo desde mi nada humilde opinión (ya sabéis lo del chiste del gato, el blog es mío y me lo f…opino cuando quiero), si no porque está considerada como la ucronía más famosa de la ciencia-ficción española, es la novela corta Fuego sobre San Juan. Escrita por Pedro A. García Bilbao y Javier Sánchez Reyes, Fuego sobre San Juan nos muestra una visión diferente de la Guerra de Cuba del 98. Una novela magistral que no solo nos narra la victoria de España sobre los Estados Unidos en aquel conflicto, sino que da una explicación coherente de las condiciones que podrían haber hecho posible dicha victoria. Una novela cargada de acción bélica y elementos de ciencia-ficción que los aficionados al género debemos seguir rescatando de esta especie de limbo en el que caen aquellas obras que no dan el salto a una gran editorial. De verdad, consejo de amigo, tenéis que descubrirla.
Y tras mencionar de pasada la novela Alejandro Magno y las Águilas de Roma, escrita por Javier negrete, uno de los popes de la fantasía y la ciencia-ficción española (en la que nos narra con todo lujo de detalles y acción a cascoporro el hipotético choque entre un Alejandro Magno que no fallece en Babilonia, y la República de Roma, y abre la puerta a la inquietante pregunta de cómo habría sido el mundo sin la existencia de un Imperio Romano), llegaremos al cierre del artículo de la mano de Eduardo Vaquerizo.
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Portada de Danza de Tinieblas
en su edición original de
Minotauro (2005).
Diseño de Opalworks
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En 2005 la editorial Minotauro publica la novela Danza de Tinieblas (finalista del Premio Minotauro de esa misma edición de 2005), en la cual se nos muestra por vez primera lo que ha venido a bautizarse como el Universo de Tinieblas. Una realidad alternativa en la que el Imperio español, en el siglo XX, sigue siendo la potencia dominante. Un mundo cuyo punto Jumbar principal (tiene varios) tiene lugar el 8 de octubre de 1571, cuando en plena celebración de la victoria en Lepanto a Juan de Austria le comunican la muerte accidental de su hermano, el rey Felipe II, a quien habrá de suceder. De aquí saltamos al Madrid de principios del siglo XX. Un Madrid muy distinto pero claramente reconocible, en el que un alguacil de nombre Joannes Salamanca deberá hacer frente a un caso que pone en riesgo la existencia misma del Imperio. Un Madrid de tintes cercanos al steampunk, pero de una originalidad brutal.
Este escenario ucrónico, que había nacido unos años antes en el relato Negras Águilas (Artifex 9-2ª época), y que se desarrolla más a fondo en el relato Bajo estrellas feroces (Artifex 2-4ª época), la novela Memoria de Tinieblas (Sportula, 2013), y la irregular antología de relatos Crónicas de Tinieblas;(Sportula, 2014) es probablemente el mejor universo narrativo ucrónico jamás construido en España.
En fin, resumiendo para finalizar este viaje en el tiempo, recordar a los lectores que cuando se dice a la ligera que El Ministerio del Tiempo ha bebido de fuentes anglosajonas como Doctor Who, Tim Powers o Paul Anderson, es decir una media verdad. En España llevamos mucho, mucho tiempo trabajando muy bien eso de escribir sobre el tiempo. No tienen que venir de fuera para enseñarnos nada. Y puesto que recuperar de vez en cuando un poquito de nuestro antiguo orgullo -ese de orgulloso como un español orgulloso-, tampoco viene nada mal, más bien podemos decir que todo lo contrario.
Eduardo Martínez.
P.S. Debo hacer una mención especial a la magnífica tesis doctoral El viaje en el tiempo en la literatura de ciencia-ficción española, de German J. Hesles Sánchez. Buscadla en Internet si os gusta el tema, que es una maravilla.