jueves, 26 de mayo de 2016

Los Señores (machistas que te cagas) del Cielo.



Una creación no está terminada por completo hasta que no es observada, o leída o escuchada. Es la interacción obra-usuario la que la finaliza y, en cierto modo, la convierte también en un ser vivo, la tercera pata de la triada Autor-Obra-Consumidor, y en virtud de esa especie de vida artificial, la obra, o la percepción que tenemos de ella puede cambiar en sucesivos encuentros.

En la entrada sobre Guerreros de los Sentidos ya hablé de este rollo Frankenstein de convertir a las obras en seres vivos a través de la memoria y tal. Al igual que la novela de Daniel Huerta, la trilogía de la que hablo en este artículo también se hizo hueco en mi biblioteca interior, pero cuando abordé una segunda lectura no tuve por menos que pegarle fuego, meter las cenizas en una caja hermética y tirarla a la Fosa de las Marianas.

Y es que esa es la reacción que me ha provocado mi reencuentro con Los Señores del Cielo, la trilogía escrita por John Brosnan. Cuando la leí de preadolescente se convirtió en una de mis sagas de ciencia-ficción favoritas, pero ahora que le he dado una segunda lectura he llegado a desarrollar una repulsión malsana hacia ciertos pasajes. Lo que es la trama de ciencia.ficción/aventura me sigue gustando, y bastante (de hecho, hay cierta persona que se va a enfrentar a situaciones extraídas del libro en mi futura campaña de Dark Heresy), pero hay un tratamiento "moral" (entrecomillado y con pinzas) de algunos de los personajes que no capté en la primera lectura y que ahora se me han metido a la fuerza por el culo.

"Totó, creo que ya no
estamos en Kansas"
Y es que Los Señores del Cielo tiene dos niveles narrativos: por un lado, la historia de ciencia-ficción, chula, de pin pan al turrón, peligros, aventuras y demás, y por otro, la más zafia utilización de una mujer protagonista como objeto sexual a la que me he enfrentado nunca: Jan Dorvin, criada como guerrera en una sociedad matriarcal de mujeres mejoradas genéticamente, resulta ser un patético corderillo con la fuerza de voluntad de un trapo de cocina cuyo único valor es el de abrirse de piernas a las fantasías adolescentes de un escritor bastante misógino al que un traductor sin ganas ayuda más bien poco.

Y no me juzguéis mal, que no soy un puritano, ni tampoco un feminazi (aunque tire más para lo segundo que para lo primero, todo sea dicho). Me gustan las tetas y los culos más que respirar, veo porno cuando me da la gana. Coño, que el Tanaka de mi seudónimo es por un a AV star japonesa. Parte de mis ingresos como ilustrador vienen del hentai, y me lo paso como los indios dibujando perversiones para la peña. Creo, además, que una seña de identidad del pulp (y esta novela es pulp dentro de un universo de cienca ficción) es, desde mi punto de vista, la hipersexualización de sus protagonistas tanto masculinos como femeninos (otro tema de esos de los de ofender a diestro y siniestro que quiero tratar en profundidad), pero en estas novelas, además de una hipersexualización meramente estética, hay un componente de dominación, de sometimiento del hombre hacia la mujer a través del sexo muy chungo. Que después de que las mujeres lleven siglos dándose de hostias para levantar las miles de prohibiciones a las que se han visto sometidas desde que los monoteismos se pusieron de acuerdo para acabar con los matriarcados y bla bla bla, leer una novela en la que se establece que una sociedad "correcta" es esa en la que mandan las pollas da mucho asco. Porque aquí no hay ese juego tan común en el hentai de que "el sometido somete al sometedor a través de su sometimiento", no hay sutilezas, no es la sexualidad femenina la que acaba en cierto sentido esclavizando al "macho", sólo hay dominación.


Zeppelin siniestrado. Representación gráfica de la trilogía.

John Brosnan es misógino hasta la náusea... humilla, usa y maltrata a su protagonista femenina sin necesidad, pues ese maltrato no aporta nada a la trama, y he de reconocer que me ha costado acabar la trilogía en esta segunda lectura... Ya entiendo porqué este individuo ha escrito gran parte de su obra con seudónimo.


Ay... Cómo cambiamos, joder...


Jae Tanaka

jueves, 19 de mayo de 2016

Battle Royale

Ahora que se vuelve a poner de moda la lucha de clases, esa estrategia política tan chunga que consiste en, básicamente, crear un complejo de inferioridad en los que somos más pobres que las ratas para utilizarnos como carne de cañón contra ese supuesto enemigo que son los que tienen más pasta, es un buen momento para sacar el tema de los elitismos que hay entre los diferentes "tipos" de lectores.

Corona que que te regalaban con la
compra de La Broma Infinita.
No voy a extenderme mucho, lo justo para dejar aquí esta reflexión.  Y no, no voy a hablar de Battle Royale como podría deducirse por el título de la entrada. Igual otro día, que es una de mis novelas favoritas. La cosa a la que voy es que entre los lectores (o los consumidores de narrativa en general, venga en el soporte en el que venga) también se da esa ridícula y dañina lucha de clases. Los que leen a García Márquez miran con condescendencia a los consumidores de bestseller, los connoiseurs de Lovecraft o Poe dan palmaditas en la espalda a los probrecitos que disfrutan con Stephen King, y los fans de Lieber ningunean (ninguneamos) a los que se han metido en la fantasía por la puerta de Canción de Hielo y Fuego.

-¡Vuelve a decir que no te gusta
Blacksad! ¡Miserable!
Con la narratíva gráfica, más de lo mismo: los seres de luz que degustan los caldos reposados del cómic eureopeo (uy, perdón, quería decir BD) miran por encima del hombro a los que preferimos las historietas de tíos en mallas, y muchos de estos aficionados a los superhéroes consideran, a su vez, inferiores, a los lectores de manga. Y claro, no es lo mismo un lector de Koike y Kojima que ese despojo que colecciona One Piece. Par favar. Si hasta las tiendas especializadas son distintas, que las que venden francobelga huelen a desinfectante y parece que has entrado en unas dependencias secretas de la NASA, y la tienda de mi barrio donde van la gente a jugar a Magic y pillarse sus tomos de Pokémon es una oda al Risketto.

-Toma un chelín, para que te compres 
una novela de El Coyote.
Y cuidadito, que ahí, debajo de todo (o casi, que si te pones a rascar siempre encuentras estratos inferiores) estamos los frikis del pulp, gentuza habitualmente obesa, con camisa de cuadros remetida por el pantalón y pelo grasiento que disfruta con noveluchas baratas, escritas a la mecagüendios, que bucea en librerías de viejo en busca de emociones de medio pelo editadas en los 70 y 80, cuasi fanzines de portadas coloridas que apelan a lo más bajo (sexo, violencia, terror) a lo que puede aspirar el ser humano. Y aún así, como he dicho, en el pulp hay clases, señora, no se vaya usted a confundir, que yo soy amigo de X escritor o conozco muy bien el catálogo de X editorial, y ni acercase, dirán muchos, a esos subhumanos que escriben fanfics.

Total, que la lucha de clases es una mierda que existe también en la narrativa y consiste en sentirse superior o inferior a costa de otros, y según lo que toque, ufanarse o encabronarse con el contrario inventado. Total, que los seres humanos tenemos una tendencia a tocarnos los cojones que no es ni medio normal.

Y yo, que casi he dejado de leer novela y casi todo mi input intelectual viene de cómics, mangas y viedeojuegos de rol, no se por qué sótano andaré ya.

Pero ojo, que yo juego a visual novels, eh? No me vayas a comparar con un niño rata de los de Duty...


Jae Tanaka


martes, 17 de mayo de 2016

Más madera, que es la guerra (I)

Antes de comenzar dejo un aviso para navegantes. Esta no es una entrada típica del blog. Tanto esta entrada como las demás que conformarán la serie pueden servir de pequeño manual de consejos para escritores de género de fantasía y ciencia-ficción. Dicho lo cual, pasamos al tema.

Un servidor de ustedes, además de aficionado a cualquier cosa cuyo valor productivo sea cercano a la nada (juegos de rol, literatura Pulp, videojuegos, cómics, etc.), allá por los años 90 del siglo viejo pasó unos años en la universidad estudiando historia. Para ser exactos debo decir que, habiendo realizado íntegros los itinerarios de historia antigua y medieval, posteriormente me especialicé en la vertiente más belicosa de la historia medieval española. Vamos, que soy historiador militar de formación. Sobre el papel me molan las hostias finas más que a un tonto un lapicero.

El caso es que después de pasar los últimos tres años en barbecho, buscándome la vida de la mejor manera posible con mil y un inventos, de un par de semanas a esta parte he vuelto a la maravillosamente rutinaria vida del trabajador por cuenta ajena. Siendo esta una de las razones por las que llevamos una temporada con un ritmo de publicación de entradas un tanto irregular. El caso, decía, es que sin dejar de estar ligado al mundo del libro -que es lo que me lleva dando de comer dese hace tres lustros-, a día de hoy me gano el parné en una editorial especializada en historia militar. De lunes a viernes vuelvo a estar en contacto con profesionales de esto de la historia de la guerra y tal; de tal forma que, además de leer mis tontunas habituales, estoy retomando las lecturas académicas. Que de vez en cuando viene bien.

La de guarrerías que deja la gente tirada por el campo...


A raíz de del comienzo de esta nueva etapa, me he puesto a darle vueltas al asunto de la guerra en la literatura de género. Y es que, niños y niñas, la guerra es el motor narrativo más potente jamás concebido. Sin la guerra no habríamos disfrutado jamás obras tales como El Señor de los Anillos, Dune, Canción de hielo y Fuego, Príncipe de Nada, La Guerra de las Galaxias, etc. Sin salir de la literatura y el cine de género de fantasía y ciencia-ficción, podríamos seguir dando títulos una semana y nos faltaría tiempo. Por más pacifistas que nos pongamos (sobre todo en esta España en la que cogérsela con papel de fumar se ha convertido en la más cultivada de las bellas artes) la guerra, puestos a contar historias, es garantía de éxito. Por lo tanto, si un servidor es historiador de la guerra, y encima comparto un blog de literatura pulp, creo que ya toca una serie de entradas en las que hablemos de lo mucho o poco que saben aquí los del gremio de juntaletras cuando escriben sobre la guerra. Como tendré tiempo de ponerme gafapasta, y de hacer recomendaciones bibliográficas varias para que todos mis colegas juntaletras puedan escribir sobre temas bélicos con un poquito de criterio (que se lee cada gilipollez que asusta), vamos a comenzar de forma suave. 

Hola, me llamo von Clausewitz, soy prusiano, y
me la agarras...nianoniano.
Lo primero que hay que definir es que es la guerra. Una de las definiciones más populares se las debemos a un gachó llamado Carl von Clausewitz. Con ese nombre lo único que se podía ser en la vida es un ex combatiente prusiano de las guerras napoleónicas; que es lo que fue aquí el amigo. Además de eso, que ya es bastante, Clausewitz dedico sus años de retiro a redactar lo que se convertiría en el libro más famoso sobre la guerra jamás escrito –De la guerra-. En ese libro, que es un auténtico coñazo, Clausewitz definió la guerra como “la continuación de la política por otros medios”. Bueno, en verdad lo que dijo es que la guerra es la continuación <<de la relación política>> (des politischen Verkehrs) <<con la intrusión de otros medios>> (mit Einmischung anderer Mittel). A lo que yo le digo que: “y un mojón pa ti colega”. Si algo nos enseña la historia es que la política es la continuación de la guerra cuando con esta no logramos nuestros objetivos (que es de lo que llevan viviendo los diplomáticos los últimos cinco siglos). Si algo nos enseña la Historia, así, con mayúsculas, es que la guerra precede a los Estados, a la diplomacia y a la estrategia en varios milenios; la guerra es tan antigua como el hombre mismo y está arraigada en el corazón humano. La guerra, como dijo el antropólogo estadounidense Harry Turney-High, es cultura. 

Llegados a este punto tienen dos opciones, llamarme fascista, que en España es gratis, y dejar de leer; o pasar a la pequeña noticia que voy a compartir y engancharse a la serie completa de artículos. Tan sólo puedo decir que seguir leyendo es gratis, y que los insultos me la refanfinflan. Dicho lo cual, les voy a contar una historia muy chula. 

Lo que yo te diga niñato, lo del valle de Tollense
si que fue un aquí te pillo, aquí te mato.
Tradicionalmente los prehistoriadores, que suelen ser unos académicos un pelín carcas, defienden que las sociedades de cazadores-recolectores eran un modelo casi idílico de existencia. Resumiendo muy mucho el tema, se supone que si obviamos que la esperanza de vida apenas llegaba a los 35 años, en la prehistoria la peña se dedicaba a cazar, coger frutas y comerciar con otras tribus. Y tan sólo, de tarde en tarde, había ciertos dimes y diretes que, en el peor de los casos, se solucionaban con alguna que otra escaramuza. Un par de brechas, unas tiritas y a correr detrás de un mamut o un lo que fuera que se pudiera comer. Mira por donde hace bien poco, en el alemán Valle de Tollense se han encontrado los restos de una batalla librada hace unos 3250 años. En plena Edad del Bronce. Si de por si hablar de batalla en esa época rompe muchos esquemas, lo verdaderamente interesante del asunto es que los restos encontrados apuntan a una batalla de tal magnitud que los prehistoriadores antes citados están cagando ladrillos. Las estimaciones son de unos 4000 combatientes; y por el análisis de estos restos los arqueólogos forenses han reconstruido las armas utilizadas en el enfrentamiento, partiendo de las heridas que estas infligieron. Se ha determinado el uso de garrotes, hachas, espadas, lanzas y flechas fabricadas en madera, sílex y bronce en el caso de las más sofisticadas. La panoplia de los combatientes (armas y armaduras, almas de cántaro) nos habla de la existencia de una clase guerrera que combatía a caballo con un armamento de gran calidad y que probablemente disponía de entrenamiento bélico, al mando de un contingente mayor de guerreros equipados con armas improvisadas como garrotes de madera. A la enorme dificultad logística que supone poner a tanto becerro junto sobre un campo de batalla, hay que unir que los restos proceden de individuos llegados de lugares en el quito pimiento. Se han encontrado restos humanos de guerreros que llegaron a ese valle a darse matarile desde Escandinavia, Polonia y el sur de Europa. 

Osches, Olaf, pues parece que en el Valle de Tollense
se ha quedado una buena mañana para inflarse a hostias.
Para que se hagan ustedes idea de la magnitud de las cifras pondré unos pequeños ejemplos. Se estima que hacia el año 1000 a.C. la población mundial rondaría los cincuenta millones de habitantes. En esa época se piensa que la ciudad más poblada de la tierra era Menfis, con aproximadamente 50000 habitantes. En lo que es la actual Europa no había ni un puñetero conjunto de chozas de más de 1000 habitantes ni por casualidad. Para que nos entendamos, es como si, haciendo una comparación muy libre, a día de hoy pusiéramos sobre un campo de batalla dos ejércitos de medio millón de hombres. Y no con los medios y tecnología de la era industrial, no. Con los recursos y medios de la prehistoria. Resumiendo muy mucho, hace algo más d treinta siglos, en plena Edad del Bronce, los abuelos de Clausewitz se dejaban los cuernos a base de hostias de una manera muy, pero que muy organizada. Justo un poco antes de que se produjeran lo que conocemos como invasiones de los Pueblos del Mar, las cuales provocaron el colapso de todas las grandes civilizaciones del Mediterráneo menos la egipcia, que bajo el reinado de Ramses III se libro por los pelos después de pasarlas putas en la batalla del Delta del Nilo. 

Llegados a este punto cualquier juntaletras con un poco de imaginación debería de tener la cabeza a punto de estallar de tanta incógnita, de tantas posiblidades. ¿Qué evento obligó a tal movilización? Una movilización que deja en pañales cualquier historia narrada por la fantasía épica moderna o la ciencia-ficción. Una auténtica primera guerra mundial. Sinceramente, si después de leer todo lo anterior no pensáis que detrás hay una historia cojonuda por escribir es que estáis muertos por dentro.  

En fin chavalería, la semana que viene llegará la segunda entrega de la serie, con consejos bibliográficos y más, mucho más.


Eduardo Martínez.

jueves, 12 de mayo de 2016

Los Tres Mosqueteros

Hoy The OCCULT Herald cuenta con una firma nueva, la de Carolina Pérez Chavarino, una colaboradora espontánea.

Si hace nueve meses, cuando pusimos en marcha esta mandanga, nos dicen que vamos a recibir en nuestro mail una petición de un desconocido para publicar un artículo en el blog, nos hubiéramos caído de culo de la risa por la incredulidad, pero ahora que ha ocurrido nos ha dado un orgullaco que no veas. Cuando Eduardo y yo nos lanzamos a hacer este blog (llegando tarde a la moda en internec allá por los 2000) lo hicimos sin ninguna pretensión de llegar más allá que a los tres o cuatro amigos que tenemos, así que el hecho de que alguien de fuera se interese en esto y además quiera participar nos llena de orgullo y satisfacción. No es que se nos haya subido a la cabeza, pero vamos, que ya podéis ir buscando hueco para hacernos una estatua. De oro. 

Sin más, os dejamos con la entrada de Carolina sobre un pilar del pulp: Los Tres Mosqueteros. 



Una de las obras más pulp de la literatura universal es, sin duda, la obra del famoso escritor francés Alejandro Dumas, Los tres Mosqueteros.

-Pero si el pulp no se inventó hasta principios del siglo veintARRRGH!!!
Más que una sencilla novela de capa y espada, es ésta el inicio de una gran saga en la que tres guardias reales y un aspirante a mosquetero viven un sinfín de trepidantes lances. Desde su publicación, por entregas, en el periódico Le Siécle en 1844 ha sido leída durante generaciones como si de una obra contemporánea se tratase. Ni el propio autor fue capaz de imaginar el éxito y la proyección que su propia obra iba a tener. Y es que, es ésta una de esas novelas en las que se mezcla la realidad de unos personajes históricos como es el caso de los reyes de Francia, Luis XIII y Ana de Austria, el Cardenal Richelieu o el propio personaje de D´Artagnan como bien nos relata Gautier de Courlitz de Sandras en Memorias del Señor D´artagnan teniente capitan de la 1ª Compañía de los Mosqueteros del Rey, todo ello unido a la propia aventura creada por Dumas.

-¡Traseguemos estos picheles de buen verdejo!
N del T: ¡Vamos a ponernos como Las Grecas!
La trama se encuentra ambientada en la Francia del siglo XVII, una época en la cual, los duelos a espada, por pequeña que fuese la afrenta, eran habituales. Junto a ello, una ligereza de pluma, una frescura en el lenguaje que hace que sea esta una obra/novela tan atrayente al gran público el cual, y desde el comienzo de la novela se ve envuelto en una ilusión permanente que se hace cada vez más manifiesta según avanza a través de sus páginas. Una infinidad de vibrantes episodios en la que los protagonistas se convierten en héroes populares gracias a los principios que ensalzan, el valor de la amistad, el amor o la lealtad. Todos ellos sobresalen por encima de la traición y el mal encarnado en Mylady de Winter o el Conde de Rochefort. Unos valores que calan hondo en el imaginario colectivo y que los hacen tan del gusto de la cultura popular haciendo de esta novela una obra universal e inmortal. Una obra que, en su género, ha sido precursora de otras muchas novelas escritas con posterioridad. Por citar algunas de las más conocidas: El corsario negro (1862) de Emilio Salgari, Prisionero de Zenda (1894) de Anthony Hoppes Hawkins, Cyrano de Bergerac (1897) de Edmond Rostand, La Pimpinela Escarlata (1905) de la Baronesa Orczy, El Zorro (1919) de Johnston McCulley, Scaramouch (1921) de Rafael Sabatini o El Capitán Alatriste (1996) de Arturo Pérez Reverte. El mundo del cine también se ha rendido al encanto de Los tres Mosqueteros. Llevada a la gran pantalla durante décadas podríamos citar algunas películas como la versión muda de Los tres mosqueteros de 1921 del director Fred Niblo, hasta las más recientes filmografías como es el caso de la obra realizada bajo la dirección de Stephe Herck Los tres mosqueteros de 1993. Inspiradora para otras muchas películas como es el caso del entrañable film La princesa prometida de 1987 dirigida por Rob Reiner o en el más puro gusto español la serie televisiva Águila Roja que tanto éxito ha cosechado. Es innegable que la obra de Dumas ha cautivado a todos los lectores.

-Oye, ¿Y este?
-A mi no me líes, ¿eh? que ya estaba muerto cuando me lo encontré.


 Carolina Pérez Chavarino

martes, 10 de mayo de 2016

Pulp & Rol (II): El castillo de Falkenstein

La susodicha Caja Roja
Los irresponsables que, semana tras semana, llevamos ya nueve meses llenando de tontunas varias este pequeño rinconcito de Internet, además de aporrear teclados y dibujar “moñecos” y otras lindezas, somos jugadores de rol muy viejunos. Y cuando digo viejunos es la hostia de viejunos. Según las categorías que el genial Carlos de la Cruz dejó definidas en su blog la Frikoteca, los integrantes de The OCCULT Herald somos Dinosaurios -dícese de los que empezamos a jugar al rol entre 1985 y 1987 con la Caja Roja…si alguien ha pensado en bombones al leer eso, fuera del blog-, y casi, casi Antediluvianos. Vamos, que comenzamos a jugar al rol antes de que Sabrina Salerno enseñase el pecho derecho.

El caso es que después de tantos años de tirar dados, además de mil batallitas del abuelo cebolleta, pocos juegos hay que no hayamos probado ya. Y de entre esa larga lista de juegos de todo pelaje, para la segunda entrada de Pulp & Rol quiero rescatar una auténtica rara avis. Un juego que se adelantó a su tiempo, y que de haberlo pillado con el bagaje pulpero que tengo a mis espaldas, me habría vuelto loco… más loco. Si eso es posible.

Damas y caballeros, niños y niñas, gentes de mal vivir en general, tengo el orgullo de presentar a El castillo de Falkenstein. SI tenemos en cuenta que el padre fundador de la afición, el Dungeons & Dragons, tomó como principal fuente de inspiración la Espada y Brujería de Leiber –no, queridos piltrafillas, los Padres Fundadores pasaban un tanto de Tolkien-, no podemos decir que El castillo de Falkenstein sea el primer juego de ambientación Pulp. Pero si que se puede decir que es el primero que se diseña desde un espíritu cien por cien Pulp. Pero pongámonos en antecedentes.

En 1994 el diseñador de juegos Mike Pondsmith publica dentro de su editorial R. Talsorian Games, un juego que él mismo definió como experimento lúdico. En este nuevo juego, que fue un desastre comercial inversamente proporcional al respaldo de los críticos del asunto, se nos presentaba de una forma que, desde el punto de vista narrativo, no podría gustar más a un lector amante del Pulp. El viejo juego literario del manuscrito encontrado se convertía aquí en el diario recuperado de Thomas Olam, un programador de videojuegos desaparecido en misteriosas circunstancias. En el diario Olam nos explicaba como por arte de magia (un poderoso conjuro y tal) se había visto transportado a una realidad paralela a la nuestra em la que la magia y la tecnología caminaban de la mano. Un mundo en el que Olam había podido conocer en persona tanto a príncipes y reyes, como a personajes que en nuestro mundo eran ficticios, como el inquilino del 221B de Baker Street, un cierto príncipe de Valaquia de muy mala leche, o un genio del mal chino llamado Fu Manchú. El diario de las aventuras y desventuras de Olam por esa Europa de marcado carácter Steampunk, en la que la magia y las locomotoras de vapor conviven en absoluta armonía, iba introduciendo al jugador en las mecánicas del juego. Unas mecánicas que se alejaban de todo lo que el mundo de los juegos de rol conocía hasta entonces, y que empleaban cartas de póquer francés para resolver las acciones, volcando todo el peso del juego en el aspecto narrativo.

-3 de picas. Pifia.
-Bitch pls.


Es una lástima que por aquel entonces, mediados de los 90, se juntase por un lado la crisis que vivió el rol en España -consecuencia directa del tristemente conocido como Crimen del Rol-, y que los jugadores de por aquel entonces nos volvimos medio gilipollas con el dichoso Mundo de Tinieblas (Hay que joderse lo “intensitos” que fuimos los miembros de la Generación X). Y es que nos parecía mucho más “guay” ir de chupasangres por la vida. Eso hizo que la edición en castellano, que corrió a cargo de Martínez Roca, pasara sin pena ni gloria. Hasta el p


unto de que a día de hoy no hay forma humana de encontrar un ejemplar de segunda mano. Literalmente imposible. Así que si por un casual tienes uno, amigo lector, o lo guardas a buen recaudo o nos escribes un mail y nos haces buen precio (que aquí sabes que lo vamos a cuidar con amor).

Y es que El castillo de Falkenstein reunía tal cantidad de elementos propios del Pulp que maldigo a los Primigenios y los dioses exteriores por no haberlo pillado en su día. En Falkenstein había steampunk victoriano, capa y espada, misterio y aventura pura y dura. Era, y perdonen la palabrota, la polla con cebolla. Un juego en el que los jugadores tenían la obligación de narrar una historia cien por cien pulp. 

Un castillo. No necesariamente el de Falkenstein.

El único consuelo rolero que se puede ofrecer, por si este pequeño artículo os ha picado la curiosidad, es la opción GURPS. Porque en el año 2000 se publicó una adaptación con una buena lista de suplementos para ese sistema de juego (GURPS Castle Falkenstein), en la que es la única posibilidad real para los jugadores actuales de descubrir una de las ambientaciones más puramente pulp jamás creadas. Si por un casual os ha picado el gusanillo con esta entrada, os recomiendo las entradas que en su día le dedicaron los blogs roleros Bastión Rolero y Aventuras en la Marca del Este. Imprescindibles.



Eduardo Martínez.

jueves, 5 de mayo de 2016

Guerreros de los Sentidos

Hace unos días, mi amigo Alfonso Huerta que es empresario y está siempre al tanto de sacar tajada, me dijo que podía hablar en el blog de la novela de su hermano y así le hacía promoción. A mi, que soy freelance y estoy siempre al tanto de sacar tajada, me pareció buena idea, porque así estoy a buenas con él y me puede encargar currillos. Que luego nos queremos bastante, ¿eh? Pero la pela es la pela.

La novela en cuestión es Guerreros de los Sentidos, de Daniel Huerta, autoeditada en Bubok en 2011. En este blog damos mucho la turra con la bajísima calidad gráfica de muchas producciones de pulp y fantasía españolas, así que quiero pedir disculpas por la apestosa portada de este libro, obra de un tal Jae Tanaka que prefiere esconder su verdadera identidad tras un pomposo seudónimo ajaponesado. Por que joder, vista con la perspectiva que dan cinco años, la portada me quedó fea de cojones. No me escondo, yo también soy humano y a veces la cago. 

Cuando me plantee cómo enfocar la entrada sobre una novela que leído hace cinco años he de reconocer que me dio una pereza terrible releerme el tocho (casi 450 páginas) para refrescar; con la pila de cómics que tengo en la recámara, estoy yo como para hacer una segunda lectura de algo, señora. Pero me di cuenta de que, en realidad, no necesitaba hacer esa relectura. Evidentemente, no tengo la novela fresca como el primer día en la memoria, pero la tengo. Está ahí. Se quedó. Y esto me sirve para enfocar la entrada hacia Guerreros de los Sentidos, sí, pero también hacia lo importante que es que la narrativa (cine, novela, relato, cómic, videojuego) se te quede en el seso. Es un logro que no consiguen todas las obras, más bien pocas, y es ahí donde creo yo radica la calidad de algo. Cuando, haciendo un juego con el título de la novela, se convierte en una experiencia sensorial y trasciende el papel (o la pantalla) y se convierte en un recuerdo. Todos tenemos un espacio de nuestro disco duro en el que, involuntariamente grabamos historias que nos han calado, por la razón que sea. Estoy absolutamente convencido de que, aunque se me vaya la cabeza por completo, me moriré recordando a la perfección la segunda trilogía de Star Wars, La Familia Mumin en Invierno, Dios ama, El hombre mata, El Espectro de Ostrander y El Señor de los Anillos y un buen puñado más. No porque sean las mejores historias, sino porque las hice mías. Incorporé algo que no estaba en la narración en sí, y eso es lo que las convierte en otra cosa, muy superior a cualquier otra narración. Esto es, evidentemente, algo totalmente subjetivo; lo que para mi es un referente para otro puede ser la mierda, y ambas opiniones son verdaderas en su contexto. Bien sea porque estás en un momento emocional concreto (leí El Espectro en una etapa muy siniestra de mi vida y me ayudó a darme cuenta de que tenía que mover el culo si no quería quedarme atrás), bien porque te pilla con el sense of wonder abierto como el ojete de Proxy Paige y se te mete hasta la médula irremediablemente, como me pasó con Star Wars, a lo largo de la vida nos damos de morros con esas historias que se trascienden a si mismas dentro de la cabeza de uno y dejan de ser un poco de su autor para ser bastante tuyas.

Para mi, Guerreros de los Sentidos empezó siendo un favor: "Oye, te paso la novela de mi hermano en pdf y te la lees para ilustrar la portada, que se la quiere autoeditar?"  y acabó siendo parte de mi "biblioteca interior". Aquí quiero ser totalmente sincero. Guerreros de los Sentidos no está muy a la vista en esa nutrida biblioteca y cuando vengan los bomberos de Farenheit no estará entre mis prioridades a salvar del fuego, pero está. Si tuviese que catalogarla, creo que la pondría en la balda de "Recomendaciones para alguien que ha leído poca fantasía pero tiene bastantes luces como para aspirar a algo mejor que Canción de Hielo y Fuego" (Es una biblioteca imaginaria, pero no tengo documentalista imaginario; los recortes). Para alguien como yo cuyo ocio es 100% audiovisual (no hago deporte ni mierdas de esas físicas), que una obra pase a engrosar la "biblioteca interior" no es poca cosa, porque con la cantidad de estímulos en forma de narrativa que me meto pal cuerpo es fácil que la mayoría se conviertan en un recuerdo vago.

Si tuviese que meter Guerreros de los Sentidos en un género concreto diría que es grimdark, aunque es algo que me rompe las pelotas bastante, porque al final esto es como el black metal, que al final resulta cada banda hace su propio género y es una liada. Guerreros de los Sentidos es una novela fantasy que tira sin complejos hacia la oscuridad, optando por un todo adulto y seco. En un mundo como este, en que en internec la gente se ofende máximo porque escribes con tacos y haces una broma sobre Pablo Iglesias, puede que Guerreros de los Sentidos deba ser PEGI 18, porque Daniel Huerta no se corta en hacer hablar a sus personajes como a Vince Vega si es necesario. Una cosa que me ha rayado siempre muchísimo es leer expresiones fuera de contexto en una obra de fantasía (me refiero a usar lenguaje actual en un mundo de dragones y brujas y cosas por el estilo) pero aquí no me chirrió lo más mínimo. Los personajes de Huerta no necesitan hablar de vos ni construir frases rimbombantes para estar perfectamente integrados en su mundo. Tal vez es porque la historia se podría haber extrapolado a casi cualquier contexto sin resentirse, o simplemente porque el tío escribe de puta madre y punto. Y es que al fin y al cabo, Guerreros de los Sentidos me pareció más una obra de personajes (muy bien construidos) que otra cosa. La historia es importante, claro, pero no hubiera funcionado si los personajes fuesen diferentes. Y es que los protagonistas son viejos conocidos de todo el mundo. Al igual que en Fábulas o las primeras novelas del de Rivia, Huerta tira de los cuentos para componer su narración. En la contraportada se lee una frase que me parece un tagline cojonudo (creo que esto fue cosa de Alfonso, el hermano):

Ya te han contado a Blancanieves como princesa, como guerrera, como divorciada del príncipe azul, pero... ¿y si fuera una hija de puta?

- Te voy a contar el cuento de María Sarmiento.
- Déjese de hostias y deme un chelín.
Como soy un poco vinagres, mi primer pensamiento fue "buff... otra historia con personajes de cuentos puestos en un contexto diferente, me da más pereza que el nuevo Call of Duty". Si supiese, hubiera arqueado una ceja. Sinceramente, creo que desde En Compañía de Lobos ya está todo dicho en esto de reubicar a personajes de la cultura popular, así que hay que hacerlo realmente bien para que una revisión de un clásico infantil en tono adulto. Daniel Huerta lo consigue. Creo que su éxito radica en que, aunque toma como base de la trama los acontecimientos de tres cuentos (Blancanieves, Rapunzel y Caperucita) las versiones de las tres protagonistas que construye son lo suficientemente sólidas como para que una vez echada a andar la historia nos podamos olvidar de quienes han sido y centrarnos en quienes son. Los acontecimientos giran en torno a ellas y no, como suele ocurrir en la fantasía, los protagonistas giran en torno a los acontecimientos. No me gusta demasiado contar de que van los libros de los que hablo en mis entradas, así que vamos a quedarnos con el dato de que Blancanieves es una hija de puta y Rapunzel, que se ha convertido en una especie de ninja se enfrenta a ella con ayuda de Caperucita y los Enanitos. Es una trama que no equivale a la invención de la rueda, pero que sirve de puta madre para desarrollar a los personajes, porque como ya he dicho creo que esta es una novela de personajes. De hecho, a pesar de que es un arco argumental cerrado, me dejó con ganas de más, de seguir sabiendo de las vidas de esta gente: la historia importa, pero lo bueno, bueno son los protagonistas.

 Así que no se a qué coño espera Daniel Huerta para escribir más.


Jae Tanaka