jueves, 28 de abril de 2016

El Ministerio Transmedia

Bajo el título de El Ministerio Transmedia, ayer se celebró en la Fundación Telefónica el 9° Foro de Innovación Audiovisual. A pesar de haber pasado por el oftalmólogo y tener las pupilas más dilatadas que un chamán Hopi, asistí como buen Ministérico que soy. Faltaría más.

Entre el público había más frikis que personas.

A lo largo de casi dos horas se habló de un buen puñado de cosas relacionadas con la expansión transmedia del universo MdT, pero la lectura que a mi personalmente me merece la pena sacar de todo esto que Javier Olivares tiene una manera de concebir el medio audiovisual más rara que un perro verde. Puntualizo: Javier Olivares tiene una manera de concebir el medio audiovisual, en España, más rara que un perro verde. Y cuando digo Javier Olivares me refiero, evidentemente, a todo el equipo de gente del cual es (me atrevería a decir que a su pesar) cabeza visible. Y es por esto mismo por lo que, como ya dije en una entrada anterior, Olivares está en mi Trinidad de Creadores Audivisuales Españoles junto a Edgar Neville y Narciso Ibañez Serrador.

Más majos que las pesetas.
¿En qué consiste esta excepcionalidad del autor? Ya he dicho muchas veces que el principal defecto que tiene el medio audiovisual es España es la autocomplacencia y el ombliguismo. Llevo casi 20 años dándome de leches en este mundo y la mayoría de profesionales con los que he trabajado, a pesar de tener muchísimo talento (no todos) suelen enrocarse en repetir una fórmula que ya les ha funcionado con anterioridad y creerse algo más que simples fabricantes de ocio. Tengo una especial aversión a las religiones, así que pocas cosas me dan más grima que un profesional endiosado, y es que en España hay más divas que en un certamen de Miss Universo Gay. Hay gente te mira como diciendo "Oiga, yo es que hago películas (o cómics, o novelas); estoy en estado superior de existencia", y me jode especialmente ver que profesionales de otros países no caen en ese engolamiento. Que evidentemente también los hay (los franceses hacen honor a su fama de subiditos), pero es un mal endémico del medio audiovisual patrio. Con motivo o sin el, creo que no hay nada más fatuo y patético que creerte algo especial cuando tu trabajo consiste en hacer que la gente pase un buen rato (ya sea animando, escribiendo o ilustrando), y siempre que leo u oigo algo de Javier Olivares, me da la impresión de que nuestras ideas tiran por los mismos derroteros. Olivares viene a ser para este mundo como el Señor Lobo de Pulp Fiction, ese tío que, cuando todo el mundo está dándose palmaditas en la espalda, encantado de haberse conocido, viene a decir que no nos chupemos las pollas.

"En verdad os digo..."
En un momento del foro se lanzó la pregunta de a qué creíamos que se debía el éxito del Ministerio del Tiempo. Entonces me erigí cual profeta sobre el pueblo elegido y vine a decir que creo que es porque el equipo de la serie no se chupa las pollas y piensa que siempre puede hacerlo un poco mejor. La autocomplacencia es la mano del verdugo de cualquier creador, y ver que una gente que ha desarrollado un producto que está funcionando tan bien como MdT no cae en ella da mucho gustico. Y lo mejor es que no tiran para el lado contrario de la humildad fingida. Olivares, la gente de MdT, sabe que su producto es la hostia, pero no por ellos se conforma con repetir la fórmula que ya les funcionó en la primera temporada, sino que buscan mejorarse, innovar, cambiar de género de un capítulo a otro y echarle huevos cuando, como remachó Olivares, tienen un presupuesto de mierda. Hay que tener un equilibrio personal muy tocho para decir, como dice Olivares que "la autoría es la autoría" (algo así como "aquí manda mi polla mora") y no sonar como un creído, sino como un tío que tiene claro lo que quiere hacer y cómo hacerlo y que se deja el culo en que salga adelante. La gente de MdT no se duerme en los laureles porque no va de nada. Escuchar a un chaval como Pablo Lara o al grandísimo (no sólo en tamaño) Agustín Alonso, decir que hay más cosas que no se han podido hacer que las que se han hecho, darte cuenta de que se han metido hasta los sobacos en apoyar el proyecto de los hermanos Olivares, es satisfactorio de cojones. Y todo esto lo hacen sin aspavientos, sin divismos, dejando muy claro que se dejan el pellejo en lo que hacen pero que lo que hacen es ocio, y negocio. Lara recalcó que una de las variables más importantes a la hora de lanzar un nuevo producto relacionado con la serie es cómo monetizarlo (We're only in it for the money, que dirían The Mothers of Invention). Fue como decir: "chicos, MdT mola, tiene un componente emocional innegable, hemos creado lazos, pero es una serie de tele, y tiene que hacer caja o se muere".

Al hilo de esto creo que los fans debemos hacer un poco de autocrítica también, y entender que es una serie de tele, que a nadie le va la vida en ello y que por mucho que pidamos que vuelva Pacino la temporada ya está rodada y no hay tutía. El "hold your titties" que nos soltó Olivares a los Ministéricos es una muestra más de esa manera de hacer las cosas que tiene esta gente: lo mejor posible, pero cero dramas, siempre smile.


Jae Tanaka.


En este enlace podéis ver la charla completa. El homeless que coge el micrófono soy yo:



Las fotos que acompañan al texto son de @LucreziadeBorja 




martes, 26 de abril de 2016

Estamos trabajando en ello

Hoy no tenemos entrada en el blog, pero mañana seguiremos con nuestras mierdas.


Bloggers primitivos circa 1856

viernes, 22 de abril de 2016

Freddy

Ya he hablado antes por aquí de lo mucho que me pone Narciso Ibáñez Serrador. No sólo por su obra, si no por su posicionamiento ante el medio y el concepto de creación. Chicho ha sido lo mejor que ha dado la narrativa audiovisual española desde Edgar Neville, y sólo ahora con Javier Olivares parece que estamos asistiendo al nacimiento de otro semejante.*

Palabras malsonantes y/o lenguaje sexual explícito en adelante

En 1982, quince años (tiene mi amor) después de la última emisión de Historias para no Dormir, Narciso Ibáñez Serrador retoma su serie de relatos de terror en TVE, Arranca con un episodio mucho más cercano al giallo que al tono "britanizante" de las entregas anteriores. Se aparta así de suspense y terrores góticos para zambullirse en una piscina de sangruza más del gusto de los geniales Bava o Argento. De lo que no reniega Narciso es de su habitual introducción, en la que le vemos no con su descocado aspecto ye-yé de los 60, sino luciendo ya su icónica barba. Vale que ha perdido flequillo, pero no se ha dejado atrás ni una gota de la retranca de su juventud. Y es que la intro del episodio es un uppercut despiadado a la dirección de Radio Televisión Española, la cadena, recordemos, que le daba de comer en ese momento. Con dos cojones. Sentadico en una butaca, con sus habituales papelotes, Narciso Ibáñez, sin aspavientos ni malos modos, nos cuenta que su idea inicial era producir una serie larga, si no de 18 episodios como la primera temporada, al menos de 8 como la segunda, pero que la racanería de la directiva, que no le da ni un puto duro, le ha llegado para hacer sólo 4, aquellos que, por guión, requerían de menos recursos. Eso lo suelta así, con una sonrisa de "tengo los huevos negros del humo de mil batallas". Hace un elogio del equipo técnico, que se ve obligado a trabajar con un material de mierda, y recalca eso, que mientras a otros RTVE les cede equipamiento cinematográfico, a el le ha dado un par de tomavistas y dos focos medio fundidos y ahí te quedas, pringao. Y ojocuidao que el episodio con el que abre la temporada, Freddy, es la leche, que ahora hablaré un poco de el. 

"Dinero mucho mejor"
Con lo que quiero quedarme es con la actitud de Narciso y lo que se desprende de ella. Cuando un tío te pide disculpas por no poder ofrecerte el producto con la calidad que él querría, básicamente porque RTVE es (y sigue siendo) un puto geriátrico dominado por inútiles, ignorantes, retrógrados y vagos, pero luego ves el episodio y es una lección de narrativa audiovisual, creo que es necesario leer entre lineas y sacarle el jugo a lo que ha pasado ahí. Lo que ha pasado es que un tío que ha hecho historia de la televisión se enfrenta a unas condiciones de mierda para sacar adelante un producto, y además en vez de tirar por el camino asfaltado y reproducir lo que había funcionado 15 años atrás, se mete hasta los sobacos en la ciénaga de cambiar de género y de estilo narrativo (genial cuando afirma que no quería volver a hacer "teatro fotografiado") y sale triunfante como un puto gran húngaro. Lo que ha pasado ahí es que no se ha conformado con la miseria que le han dado, ni ha caído en la autocomplacencia, que es el verdadero pecado de la mayoría de los que se dedican a contar historias o crear imágenes en España. Llevo casi 20 años trabajando en audiovisuales (televisión, cine, publicidad, cómic...) y es difícil encontrar a alguien que no se conforme con hacer algo que ya le ha funcionado antes. Cuando estás en el cole y haces un churro y a tus compañeros de clase les flipa, es normal que lo dibujes otra vez (parte de mi infancia consistió en dibujar el jeromo del Joker en carpetas escolares), pero cuando nos estamos dedicando a esto y nos ponemos la medallita de "profesional", ir sobre seguro acaba apestando a cerrao, y ya ni te cuento cuando lo que haces es feo y además tienes un cuerpo de palmeros flamencos detrás diciéndote lo bonico que eres. En fin... Al lío

Freddy. Como explica Narciso en la intro, es un relato lleno de tópicos y lugares comunes, pero tan bien llevados que más que hacerte creer que estás teniendo un deja vù, te hacen sentir como en casa. La trama no podía estar más sobada: un muñeco de ventrílocuo asesino hace de las suyas es una compañía de varietés (atención que la primera a la que da matarile es a la Bombi en un deshabillé que da gloria verla). Narciso deja muy claro desde el principio que el muñeco es el malo (Freddy es el nombre del malvadísimo monigote) pero por si acaso te creías que la cosa iba a ser tan fácil te mete un giro de guión al final, que aunque no es de esos que te dejan el culo de medio lao, es suficiente para sacarte una sonrisilla de "ah, cabrón... que me la tenías guardada". Es verdad que la falta de medios es patente, sobre todo en en cuestión de imagen, que tiene la misma calidad que la grabación del cumpleaños de mi primo cuando le regalaron la equipación de fútbol de Naranjito, pero incluso viéndolo ahora desde el (cansino a más no poder) revival de los 80 tiene hasta su encanto. Puedo decir en mi descargo que a mi ya me gustaban los 80 antes de que se pusiesen de moda.

El reparto, como siempre, magistral, actores de teatro de toda la vida, otra de las señas de identidad de la obra de Ibáñez. Además de la ya citada Fedra Lorente, y como contrapunto a su voluptuosidad caballona de desplegable de Interviú tenemos a la guapísima Silvia Tortosa, que da todo el pego de refinada cantante francesa. Y como no, a Narciso Ibañez Menta, enormísimo en su papel del Gran Danieli, prestidigitador italiano viejo verde y golfo como el sólo.

Con Freddy, Serrador no creó un referente televisivo, pero dejó claro que incluso con unos medios de mierda puedes hacer maravillas si tienes talento.

Jae Tanaka.


* Con el permiso de Alex de la Iglesia, a quien considero el discípulo jevitrón de Serrador. Tal vez por eso, por su condición de discípulo continuador de un estilo ,con su jodidamente genial visión, ojo, más que de rupturista, no ocupa un puesto en mi Trinidad.




martes, 19 de abril de 2016

De etiquetas, géneros, subgéneros, categorías, y otras petisoperías.


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3d/True_humility.png
Disculpe milord, pero pienso "de que no".

Hace unos días @lordaguafiestin (aka Diego Fernández Villaverde), en el blog de Ánima Barda, firmaba una entrada de las que a pesar de su brevedad, da que pensar. Bajo el título “Género Grimdark: Eso es dark, pero lo que es grim, no es” (título de resonancias joesemotescas –jódete el término que me acabo de inventar-, por eso del “pero ser, eres”), en poco más de quinientas palabras en las que ponía por delante que esa entrada era poco más que un desbarre, y que el autor nunca ha sido muy amigo de etiquetas; nos hacía un resumen de lo que es el Grimdark y porque a día de hoy esa etiqueta se está empleando en exceso y mal.

Tan sólo un día después un señor llamado Luis Alberto de Cuenca (Que además de filólogo, poeta, traductor, ensayista, columnista, crítico, editor literario e investigador español; por si fuera poco es también académico de número de la Real Academia de la Historia y académico correspondiente en Madrid de la Academia de Buenas Letras de Granada… Ahí es nada), firmaba un artículo en el periódico digital Libertad Digital titulado El Coyote. En dicho artículo de obligada lectura para todos los amantes del Pulp, dedicado al personaje inmortal y a su creador José Malorquí, puede leerse lo siguiente:

José Mallorquí Figuerola, barcelonés de 1913, uno de los novelistas en lengua castellana más prolíficos y populares del siglo XX. Y digo "populares" por emplear el adjetivo que suele acompañar a este tipo de autores, sin que ello signifique que la llamada "literatura popular" sea algo así como una segunda división respecto de la otra literatura, la que no es —presuntamente— popular, o sea, la llamada "gran" literatura, especializada en aburrir a las mismísimas ovejas. En el mundo de las letras no hay alta ni baja literatura. Hay solo buena y mala literatura. Y la que nos legó José Mallorquí rebasa los límites de la bondad para acercarse a los de la optimidad (si me permiten el palabro). 

Como no hay dos sin tres, desde ya mismo diré que coincido con ambos autores, las etiquetas son cosas de bibliotecarios, editores y libreros (mala gente…se lo digo yo, que he sido librero una década larga). Más allá de la necesidad de etiquetar los libros en géneros y subgéneros, de forma que podamos encontrarlos cuando vamos a una biblioteca, o que el librero nos los pueda vender a placer, la literatura es buena o mala. La novela, como género mayor literario, tiene como fin último entretener al lector. Que si, que se puede ilustrar, adoctrinar, educar y mil cosas más, pero el fin más legítimo de la novela es el de entretener al lector. 

Pero claro, como decía antes, incluso en esta Era Digital en la que es más fácil que nunca publicar un libro, hace falta que esa novela llegue a los lectores. Hay que difundirla y venderla. Y aquí es donde los libreros, tanto los clásicos como las plataformas de venta, necesitan recurrir a las etiquetas. Y para que vamos a negarlo, las etiquetas de géneros y subgéneros las acogemos todos los lectores de forma gustosa. A fin de cuentas para cada lector hay cierto tipo de historias que le llegan más que otras. 

Llegados a este punto, en el que creo que nada hay abierto a discusión, y en el que he dejado claro que tengo un parecer cercano al de Diego Fernández Villaverde o Luis Alberto de Cuenca; es cuando me toca hablar de Grimdark.

By John Tenniel - Image taken from Punch, or the London charivariScanned from the original by User:Fastfission., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=247869
Atención a mi traje Grimdark, queridos
piltrafillas. 
Son muchos los autores que han tratado de definir el Grimdark. En líneas generales hay cierto consenso que permite decir que se trata de un subgénero de la ficción especulativa (ciencia-ficción y fantasía), en el que el tono narrativo es oscuro y violento, y en cuyas historias las barreras de la moral se difuminan. En la entrada que dediqué a Joe Abercrombie, uno de los máximos exponentes actuales de dicho subgénero, ya dije que el Grimdark era el punto de unión entre dos maneras totalmente contrapuestas de entender la fantasía. Era el matrimonio entre la Espada y Brujería del Pulp de principios del siglo XX, con Howard a la cabeza, y la Alta Fantasía heredera de las narraciones mitológicas, que en la obra de Tolkien llega a su cima. El Grimdark era por un lado la reacción a la degeneración que se había producido con el modelo de Tolkien, y la recuperación del legado literario de autores, los maestros de la Espada y Brujería, que se habían adelantado a su tiempo.

Sea como fuere, tenga más o menos razón, lo cierto es que el Grimdark se ha convertido en una de las corrientes más interesantes de la actual literatura fantástica. Al ya citado Joe Abercrombie habría que añadir autores como George RR Martin, R. Scott Bakker o Mark Lawrence, cuyas obras encajan perfectamente en los parámetros del Grimdark

Llegados a este punto es cuando tengo que volver al artículo de Ánima Barda, y a su opinión al respecto del mal uso de la etiqueta. 

Hagamos un ejercicio interesante, preguntémonos cuanta gente fuera de este círculo reducidísimo de amantes de la literatura de ficción especulativa, sabe que cojones es eso del Grimdark. Cuanto lector, fuera de nuestro pequeño nicho, sabe de qué diablos estamos hablando. Creo, y lo digo con todo el dolor de mi corazón, que en ocasiones parecemos un puto perro salchicha ladrando a un mastín de 80 kilos de puro músculo. No somos realmente conscientes de los poquitos que somos. Que si, que hay un porcentaje aceptable de lectores que disfrutan con una novela de fantasía o de ciencia ficción; pero en proporción los auténticos aficionados, especialistas del tema, somos cuatro gatos. La etiqueta Grimdark significa algo para un número tan ridículo de lectores que ni tan siquiera los editores de un autor de la talla de Joe Abercrombie (Alianza Editorial y Fantascy/Random House) se molestan en incluirlo cuando hablan de él. Al público comprador lo de Grimdark se la trae muy floja, la verdad. 

By Edward Linley Sambourne (1844 – 1910) [Public domain], via Wikimedia Commons
En caso de duda hágame usted caso, caballerete,
que tengo la pelota muy gorda.
Mira si seremos cuatro muertos de hambre –metafóricamente hablando- los que nos movemos en el submundo de la fantasía, la ciencia-ficción y el Pulp, que tan sólo me vienen a la cabeza cuatro autores españoles cuyas obras pueden encajar en esa etiqueta de Grimdark. Y únicamente tres de ellos la han reivindicado. Los más recientes son Gonzalo Zalaya y Víctor Blanco cuya novela Delbaeth Rising (de la que ya hemos hablado en este blog), a pesar de que personalmente la veo más cercana al Pulp de Espada y Brujería que a la Alta Fantasía, encaja perfectamente en el subgénero. A estos dos barceloneses hay que añadir a la novelista madrileña Virginia Pérez de la Puente, cuyos libros del Segundo Ocaso están muy en la línea de Bakker y su Príncipe de Nada, y son una magnífica muestra de Grimdark. Y el cuarto autor en discordia, que hasta donde tengo noticia jamás empleó la etiqueta, pudiendo hacerlo más que de sobra, es el castellonense Guillem López, cuyas dos primeras novelas (La Guerra por el Norte y su secuela Dueños del destino), son probablemente la mejor muestra de literatura fantástica Grimdark que se haya escrito en castellano. 

En serio, me encantaría poder decir que la etiqueta está mal empleada, que hay una multitud de autores que la emplean de forma injustificada. Pero coño, es que somos cuatro gatos los juntaletras que dedicándonos a la ficción especulativa o el Pulp hemos llegado a ver nuestros libros en negro sobre blanco. Y muchos menos los que han dicho que su novela es Grimdark. Ojalá llegue el día en que publicar fantasía en castellano sea de lo más normal y podamos decir que se emplean mal las etiquetas.

En fin, que sí, que el riesgo de que se llegue a producir ese uso equivocado del término está ahí, latente. Pero a día de hoy no es el caso. No seamos más papistas que el papa, ni nos pongamos la tirita antes de hacernos la herida. Que tampoco mola tanto esto de ser muy hater.

Eduardo Martínez.

jueves, 14 de abril de 2016

Haikaiju I

Visto el revuelo que levantó mi entrada sobre la peli Batman v Superman, quiero dulcificar mi tono con una nueva figura poética de mi invención (creo) que espero sea del agrado de todos y no hiera sensibilidades: el haikaiju (haiku de temática kaiju).



Surge Godzilla
Compases de tormenta
¡Fuego nuclear!


II 
Batir de alas
El Monte Fuji a salvo
¡Mothra! ¡Mothra!


III
King Ghidora
Tres cabezas y alas
Piel dorada*


IV
Cinco colores
Transformación mágica
¡Super Sentai!


V
Bruto mecánico
Calavera cornuda
¡Garada K7!






*Métrica libre

Jae Tanaka.




martes, 12 de abril de 2016

El hombre tras la máscara de Allan Quatermain



https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d1/Thure_de_Thulstrup_-_H._Rider_Haggard_-_Maiwa%27s_Revenge_-_Fire%2C_you_scoundrels.jpg
Allan Quatermain poniendo orden en "La Vengaza de Maiwa"
En esto de la literatura popular, todo lector tiene su género preferido. Y, aunque a fin de cuentas, cuando se trata de buenos libros probablemente no le hagamos ascos a nada, siempre hay un tipo de escenario, de temática, que encabeza nuestro ranking de lecturas. En el caso de este servidor, después de tantos meses, ya pueden afirmar sin miedo a equivocarse que mi pasión es la fantasía en general, y la Espada y Brujería en particular. No obstante, hay un periodo histórico que, por su enorme influencia en la cultura popular actual, sigue despertando pasiones en todo lector de Pulp que se precie. Si señores, el mismo de mi entrada del pasado jueves, la Inglaterra victoriana. 

Durante el largo reinado de la Reina Victoria, Inglaterra se convirtió en la primera potencia del globo. Un periodo histórico, el de los grandes imperios coloniales, marcado por una confianza inquebrantable en el progreso ilimitado de la ciencia que permitiría avances sociales inimaginables en el pasado. Un progreso que parecía no tener fin, y que permitió a las naciones europeas principalmente soñar con un futuro asombroso. Por desgracia ya sabemos cómo acabó ese sueño convertido en la pesadilla de las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Pero esa es otra historia.

Volviendo a la Inglaterra victoriana, como todo imperio que se precie, además de sus avances científicos y sociales, en el campo de la literatura gestó lo que habría de venir después. Prácticamente todos los grandes géneros del siglo XX tienen su nacimiento dentro de las fronteras imperiales británicas. Y de entra el enorme legado literario, hay determinados nombres propios que, en lo tocante al Pulp, son un pilar fundamental del mismo tal y como hoy lo tratamos.

Hoy toca hablar de uno de los personajes emblemáticos de H. Rider Haggard, y sobre todo del hombre real que lo inspiró. Y es que, otra de las características históricas más fascinantes del periodo victoriano, es la de los aventureros y exploradores, modelo de héroes clásicos que los ingleses han sabido vender como nadie. Aunque de eso hablaremos un poco más adelante.

De Unknown (Bain News Service, publisher) - Esta imagen está disponible en la División de Impresiones y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital ggbain.06516.Esta etiqueta no indica el estado de copyright del trabajo adjunto. Es necesario una etiqueta normal de copyright. Para más información vea Commons:Sobre las licencias.العربية | čeština | Deutsch | English | español | فارسی | suomi | français | magyar | italiano | македонски | മലയാളം | Nederlands | polski | português | русский | slovenčina | slovenščina | Türkçe | українська | 中文 | 中文(简体)‎ | 中文(繁體)‎ | +/−, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2924115
Henry Rider Haggard
Como iba diciendo, H. Rider Haggard, para el que no lo conozca (dentro del mundillo Pulp sería rarísimo, pero hay gente pa tó, como dijo El Gallo), fue un escritor inglés, nacido en Bardeham, Norfolk, en 1856, y fallecido en Londres, en mayo de 1925. Para el que quiera más datos biográficos que se dé una vuelta por la Wikipedia, que allí están todos. El caso es que desarrolló su carrera literaria, destacando sus aportaciones al género de aventuras, durante los años de gloria del Imperio Británico. De entre su amplia bibliografía, hay un libro y un personaje que a los lectores de Pulp nos toca muy de cerca: Las Minas del Rey Salomón.

Publicada por primera vez en 1885, con un éxito de ventas increíble, Las Minas del Rey Salomón nos narra el periplo de un grupo de aventureros encabezados por el cazador Allan Quatermain en busca del hermano perdido de uno de esos exploradores. Las Minas del Rey Salomón, primera novela de aventuras en ingles ambientada en África, está considerada como la primera obra del subgénero de los Mundos Perdidos. Un género que no hacía otra cosa que reflejar el asombroso mundo del siglo XIX, en el que intrépidos aventureros se dedicaron en cuerpo y alma a explorar y cartografiar los últimos rincones vírgenes del planeta. Territorios donde los europeos, como punta de lanza de la civilización occidental, no habían estado antes.

Tal fue el impacto de Allan Quatermain, que tendría su propia saga de novelas. Posteriormente, a lo largo del siglo largo de vida del personaje, le hemos visto adaptado al cine con el rostro de Stewart Granger, Richard Chamberlain, Patrick Swayze y Sean Connery (este último en la versión del personaje que crearía Alan Moore para su La Liga de los Hombres Extraordinarios), al cómic y puesto que la obra de Haggard y sus personajes están libres de derechos de autor, en cameos y novelas de toda clase y condición (especial mención a La isla en el fin del tiempo, de Miguel Ángel Naharro). 

Sin embargo lo que no todos los lectores de pulp sabemos, es que detrás de Allan Quatermain se esconde un personaje real, con nombre y apellidos. Uno de esos intrépidos aventureros y exploradores británicos que los hijos de la Gran Bretaña nos han sabido vender mejor que nadie. Porque seamos francos, la aventura del descubrimiento, exploración y conquista de América por los españoles hace que lo de los ingleses parezca una excursión de fin de semana. Y puestos a comparar salvajadas (siempre desde la óptica moral del siglo XXI, que somos de un cogérnosla con papel de fumar que entran ganas de echar la pota), aquí los compadres british son de doctorarse Cum Laude. Pero mientras nosotros vamos pidiendo perdón y rasgándonos las vestiduras, ellos lo envuelven en un traje de épica que te cagas la pata abajo, y nosotros lo compramos encantados. Yo el primero. Que una cosa no quita la otra. Como decía, detrás de Allan Quatermain se esconde una de esas bestias asombrosas que se dejaron la piel en África. Un explorador y cazador de fama legendaria en su tiempo llamado Frederick Courteney Selous; probablemente el más grande de los cazadores blancos de África.

By himself - In The Heart Of Africa, Public Domain, https://en.wikipedia.org/w/index.php?curid=19304138
Frederick Selous, durante un safari en 1890
Frederick Selous nace en Londres, en diciembre de 1851, y tras estudiar en la prestigiosa institución Rugby School (como el bueno de Harry Flashman…ya hablaremos otro día del genial Harry Flashman, para aquellos desgraciados que no lo conocen), y después de un intento en vano de su familia por hacerle olvidar sus ansias de viajar a África, consistente en enviarlo a Suiza a estudiar medicina, con apenas 19 años desembarca por primera vez en el continente negro. Llegaba allí, tal y como cuenta Javier Reverte en su libro El sueño de África, movido por una pasión tal que, según cuantas sus biógrafos, a los trece años ya tenía decidido su destino. Al parecer fue a esa edad cuando dijo a uno de sus profesores "Voy a ser cazador en África y me estoy entrenando durmiendo en el suelo". Y no sólo eso, si no que en su percepción infantil del futuro acostumbraba a escaparse por las noches de su habitación y subirse a los árboles, algo que también formaba parte de su peculiar preparación.

Tal y como decía, con 19 años, un rifle colgado del hombre y 400 libras, desembarca en Sudáfrica dispuesto a cumplir su sueño. Y vaya si lo cumplió. A los 25 años ya era considerado el cazador de marfil más importante del sur de África. Durante sus años de juventud recorrió Sudáfrica y el actual Zimbabue (de cuya exploración y posterior cartografiado es uno de los grandes responsables) adquiriendo fama de ser un cazador legendario. No sólo por el número de sus presas, o de la sangre fría que siempre mostró al cazar (era capaz de mantenerse impasible frente a la carga de un búfalo o un león). Curiosamente Selous hizo siempre gala de un propio código de caza por el cual jamás abatió hembras o crías, eligiendo exclusivamente como presas a machos de gran tamaño. Un peculiar código del guerrero, si me permiten la expresión. 

Como miembro de la Compañía Británica del África del Sur trabajó de guía para los primeros colonos blancos que se adentraron en Mashonaland, al norte de Zimbabue. Colonos a los que condujo sanos y salvos a través de más de 500 kilómetros de selvas y montañas hasta ese momento inexploradas. A esta proeza vino a sumar, poco después, la exploración del territorio llamado Manica, actualmente en Mozambique, gracias a la cual el Imperio Británico pudo anexionarlo. Hazañas que le valieron, en 1892, la Medalla de Oro (Founder’s Medal) de la Real Sociedad Geográfica Británica.

Ya durante la madurez, a pesar de tener oficialmente su residencia en Inglaterra, además de regresar a África en numerosas ocasiones, realizaría expediciones por los territorios salvajes de América del Norte (Terranova en Canadá y Alaska en Estados Unidos), Asia Menor, Persia y el Cáucaso. Finalmente en 1917, durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial, en la que participó de forma activa como capitán del ejército británico en su dura pugna con el ejército colonial alemán por el control del Este de África; a orillas del río Rufiji sería un francotirador alemán quien daría caza al gran cazador. Con ese disparo dio fin una vida auténticamente fascinante, modelo en el que H. Rider Haggard se basó para crear ese Allan Quatermain que nos es tan querido. 

Cierro este artículo de tono un poco más técnico de lo que viene siendo habitual en la bitácora con una reflexión. Si H. Rider Haggard pudo hacerlo, nosotros también. Para crear a nuestros protagonistas nada como mirar a nuestro alrededor, o en los libros de historia. Hombres como el también legendario explorador británico Richard F. Burton, o el español Hernando de Soto, pueden ser la base sobre la que crear a los protagonistas de nuestras historias. Tomen nota, por si las moscas.




Eduardo Martínez.

jueves, 7 de abril de 2016

Penny Dreadful; Pulp en la pequeña pantalla (III)

By Showtime (TV network) [Public domain], via Wikimedia Commons

Después de la encendida polémica que, en el grupo de Facebook Proyecto Pulp, despertó la entrada del pasado martes –total y absolutamente desmedida, sea dicho de paso, tal y como está pasando con todo lo que rodea a la película Batman vs Superman-; creo que si hay una afirmación en la que todo hijo de vecino estará de acuerdo es que estamos viviendo la Edad de Oro de la ficción televisiva. Nunca antes se habían producido tal cantidad de series de tan alto nivel, con presupuestos y medios como los actuales. Un Edad de Oro en la que ya no resulta extraño en absoluto ver a estrellas del cine protagonizando series cuyos guiones hacen palidecer lo que actualmente se rueda en Hollywood. De verdad, para los amantes de la ficción y la narrativa estamos viviendo en el paraíso. Digo yo que habrá que aprovecharlo mientras dure.

El caso es que de entre la colosal oferta disponible actualmente, los amantes de la literatura Pulp, ya sea en los géneros de fantasía, ciencia-ficción, terror o aventuras; tenemos mucho donde elegir. En este blog ya hemos hablado anteriormente de algunas series que encajan al dedo en lo que hemos definido como Pulp. Series como las españolas El Águila Roja y El Ministerio del Tiempo, o la estadounidense Da Vinci’s Demons ya han tenido su correspondiente entrada. Hoy toca hablar de otra de las series que deberían considerarse imprescindibles para los amantes del Pulp. Damas y caballeros, con todos ustedes Penny Dreadful.

A pesar de que la inmensa mayoría de aficionados al Pulp ya lo saben, no está de más recordar que los penny dreadful fueron uno de los antecedentes directos del fenómeno pulp de principios del siglo XX. Eran publicaciones de terror que se vendían a precio de un penique en la Inglaterra victoriana, destinadas a un público apenas alfabetizado. La serie, creada por John Logan, toma ese nombre para reconstruir una visión absolutamente lóbrega y oscura del periodo victoriano, muy cercana en espíritu a los folletines así denominados. 

En Penny Dreadful, que ya tiene dos temporadas emitidas y está pendiente del estreno este mismo año de la tercera (además de la inminente publicación de una serie propia de cómics editados por Titan Comics), viajamos al Londres de finales del siglo XIX. Una época en la que los prodigios de la ciencia conviven con el oscurantismo de épocas pasadas. Un periodo histórico en el que la esperanza de un futuro de progreso ilimitado y el revival religioso y el moralismo extremo caminaron de la mano. Un momento glorioso para la literatura, en el que nacieron grandes personajes, ya mitos universales. Personajes estos que serán los protagonistas absolutos de una serie que, no nos dejemos engañar, no apuesta precisamente por lo fácil. La serie arranca cuando un aristócrata llamado Sir Malcom Murray -un esplendido Timothy Dalton-, famoso explorador y aventurero africanista, trasunto del literario Allan Quatermain y su ayudante, una misteriosa vidente de nombre Vanessa Ives (Eva Green…gensanta, que pedazo de mujer en todos los sentidos), contratan a un pistolero atormentado por un secreto de su pasado (Josh Hartnett) y al joven doctor Víctor Frankenstein (Harry Treadaway, una de las revelaciones de la serie), para rescatar a Mina Murray la hija de Sir Malcom (Mina, ¿os suena ese nombre de algo?). A este singular grupo se unirá posteriormente otro aristócrata disoluto, Dorian Grey (Reeve Carney), para encabezar una búsqueda que les conducirá al corazón más oscuro de Londres.

Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=243049
Partiendo de una premisa que, como puede resultar evidente, recuerda a La Liga de los Hombres Extraordinarios de Alan Moore, la serie toma un camino bien distinto, y no menos acertado. Y es que este extraordinario drama de tintes sobrenaturales, en la que las numerosísimas referencias literarias encajan a la perfección, de tal forma que llegan a pasar casi a un segundo plano; apuesta por un ritmo pausado, en el que son los personajes y no la acción los que determinan la historia. Personajes que, en manos de actores de la talla de los que protagonizan la serie, cobran vida con fuerza, llenando la pantalla en todas y cada una de las escenas (destacando, una vez más, el trabajo de Eva Green y Timothy Dalton, auténticos motores de la serie). A esto hay que añadir la excepcional factura visual, que no abusa en ningún momento de efectos visuales, y que viene acompaña de una de las mejores bandas sonoras que se haya compuesto en mucho tiempo para cualquier tipo de producción televisiva. Una auténtica obra de arte de sabores clásicos firmada por Abel Korzienowski, que hace que el viaje sensorial sea completo. 

Pero mucho ojo, que nadie piense que la serie por este ritmo pausado, casi de obra de teatro, es lenta o aburrida. En absoluto. El guión, que se aprovecha como muy pocas de esa atmosfera siniestra y lóbrega de la que hablaba, y que se sustenta en una historia tan sencilla como efectiva; maneja los tiempos para que, en el momento preciso, suceda algo que nos haga agarrarnos con fuerza a lo que tengamos al lado mientras vemos la serie. Penny Dreadful es un auténtico lujo narrativo audiovisual. Una rara avis que ningún aficionado a la literatura victoriana, al pulp o al terror debería dejar pasar. Si todavía no la han visto ustedes, están a tiempo de hacerlo y maravillarse tanto como yo lo he hecho. No lo duden, no se equivocarán.

Llegados a este punto toca hacer una reflexión en voz alta, como siempre enfocada a las posibilidades que se abren para los que de una forma u otra participamos de mantener viva la literatura popular en España. No tengamos miedo partir de una premisa que otros han elegido antes que nosotros (la de John Logan con Penny Dreadful es la misma que la de Alan Moore con La Liga de los Hombres Extraordinarios); lo auténticamente importante es tener una historia buena que contar. Y hacerlo con oficio y honestidad. Maestros de la literatura popular española como Lem Ryan han tomado este camino para regalarnos horas y horas de honrado entretenimiento. 





Eduardo Martínez.

martes, 5 de abril de 2016

BvS: El amanecer de la injusticia en las redes sociales

Independientemente de que Batman v Superman sea o no una buena película, el caso es que ha nacido muerta, gracias principalmente al linchamiento que se ha hecho de ella en las redes sociales desde meses antes de su estreno.

No gustaba ni el casting, ni el rooster de personajes, ni el poco CGI de Juicio Final que se veía en los trailers, ni el director. Todo mal, hoyga. Hordas de marvelzombies (de los cuales el 99% no han leído un cómic en su puta vida) se han lanzado con ansias vikingas a poner a caer de un burro a la peli del "enemigo". Y es que en las redes sociales, Marvel es como Podemos: si no eres votante de Podemos eres un facha de mierda y Pablo Iglesias puede salir follándose un bebé muerto por la cuenca de un ojo, que habrá una razón para justificarlo. Pues igual con las pelis Marvel. Millones de neo-frikis (la ira de Galactus caiga sobre ellos), llegados a esto de los superhéroes sin haber leído más de dos viñetas, y de refilón, se dedican a soltar mierda por la boca sobre cualquier tío en mallas que no pertenezca al famélico grupo de héroes que Disney ha llevado a la pantalla. Que un mérito hay que reconocerle al ratón de los cojones, y es que ha sabido acercar el mundo de los superhéroes al público objetivo de Hombres, Mujeres y Viceversa y hacer de él una clac que defiende a sus personajes favoritos con una furia digital digna del más fanático miembro del ISIS. A costa, además de hacerle un skullfucking despiadado al universo Marvel impreso, al que ha sometido a un reboot consistente en recortar personajes y lore para adecuarlo al universo cinemático, dejando en la cuneta (con tiro en la nuca incluído) 60 años de tebeos. OLRAIT.

Vengo tiempo sospechando que es que el problema es que los seres humanos no sabemos usar internet. En lugar de hacer uso de ella para tener alcance a una virtual infinidad de puntos de vista sobre cualquier tema, utilizamos las redes sociales como un bastión desde el que defender posicionamientos absolutos sobre cualquier cosa y elevar a los altares al objeto de nuestra devoción, aunque se demuestre que es la mierda. La polarización desmedida de las filiaciones en internet es algo que a veces da miedito, porque una cosa es la risa de que, por ejemplo, dentro de los fans del Ministerio del Tiempo haya Fresnediers, Cayetaners o Clavijas, y otra que se líen los pollos que se lían entre fans de Abraham Mateo y los Gemeliers (que tiene cojones que un grupo tenga nombre de fan de si mismos. Inception), hasta llegar al punto de que se han producido suicidios a causa de este tipo de movidas. Todo muy loco. La cosa es que las redes sociales se convierten en batallas sin cuartel en las que el tono, desde el primer momento es tan agresivo y descerebrado que a la que piques y te metas en la conversación, lo más fácil es que acabes cagándote en la puta madre en pony de tu interlocutor. De alguna manera, hablar con alguien que está al otro lado del teclado nos incita a soltar bilis por la boca como la señora facha esa del video, porque al fin y al cabo a lo mejor el otro es un señor de Murcia y nos viene fatal quedar en los recreativos para reventarnos la puta cara a hostias. Además, las redes sociales son el paraíso de los todólogos, y lo mismo te encuentras con una autoridad en los desmanes de la Iglesia católica (se ha fumado dos petas en una tetería de Lavapiés) que un experto marvelita (este es el que me rompió mi cómic de el Motorista Fantasma en el recreo y se reía de mi porque no me gustaba el fútbol). Como últimamente me estoy dedicando más a observar que a entrar en peleas (he ido aprendiendo con el tiempo a mantenerme al margen de casi todo) me he dado cuenta de que el más fanático es además el más ignorante. Hace poco, se lió parda en una web de videojuegos porque un tío (no le echo más de 15 años) se mofaba del estilo de animación tan brusco de MKX comparándolo con el de SFV. Cuando finalmente otro usuario le preguntaba si había no ya jugado, sino visto siquiera los sprites de los primeros MK, el defensor del juego de Capcom decía que no. Y añadía que no necesitaba haberlos visto para saber que MK era una mierda. Esto me sirve como ejemplo para cualquier movida entre fans en internet: lo mío mola y lo tuyo no aunque lo desconozca.

Y es eso exactamente lo que ha ocurrido en las redes con BvS: gente que no ha leído un cómic Marvel jamás criticando a muerte una película de DC, de la que tampoco han leído nada. Opinar funciona así en internet. Ya nos vale. Y es que claro, cuando tu única referencia de Superman es el del maravilloso Christopher Reeve, el de Henry Cavill te parece totalmente fuera de personaje. A las pelis de DC se las critica por ignorancia, de oídas, tanto a las buenas como a las malas. Porque las hay malas de cojones, pero BvS no lo es en absoluto. BvS tiene, desde mi punto de vista, al mejor Batman que se ha visto en el cine jamás, muy superior en construcción psicológica al de Nolan, aunque la interpretación de Affleck no esté a la altura de la de Bale. El trauma por la pérdida de sus padres (que joder qué bien la rueda Snyder) está mucho más anclado en la personalidad y los actos de este Batman que en el de las pelis de Nolan y juega un papel definitivo a la hora de resolver el conflicto con el kryptoniano nia no nia no na (qué hace aquí Juan Tamariz? Tuso! Tuso!).

Para ententer a este Batman, y a BvS en general, hay que haber leído mucho DC, y es ahí donde se produce el desencuentro con el gran público. DC ha decidido seguir el camino contrario a Marvel en sus películas, y en vez de ir pelando la cebolla del lore hasta dejarlo en el esqueleto mínimo para cualquiera pueda pillar el argumento aunque no esté en en ajo, los de Warner hacen películas para connoisseurs de su complejísima infraestructura. BvS está plagada no ya de detalles, sino de escenas completas que son totalmente ininteligibles para el neófito. No así las películas de Marvel, que funcionan como una unidad narrativa independiente del (defenestrado) universo editorial. La cosa queda en que si no has leído nada de Marvel puedes disfrutar del 100% de sus películas, pero si no has leído DC te vas a quedar con el culo como la boca de Mari Trini cuando veas aparecer tíos rarísimos con armaduras aladas o que una criatura a la que han definido como indestructible es retenido por una cuerdecica con luz. De ahí que a los flipaos que en su vida se han acercado a este mundillo con olor a Cheeto se les haga el culo calisay con Civil War (uno de los mejores eventos editoriales de Marvel que ha quedado en un 4 contra 4 en el patio del cole en la versión cinematográfica) pero consideren que BvS es la mayor mierda que ha inventado la Humadidad depués de los patíbulos y las Oreo Golden. Por eso las redes sociales están llenas de memes del Tony Stark de Disney y no de Clark Kent poniendo cara de cagar duro. Por eso, si buscas Iron Man en Google te salen fotos de Robert Downey Jr, y si buscas Superman, dibujos. Claro, que es mucho más fácil leerse Teo va al Cole que Ulises

La decisión de DC de exigir a los espectadores de sus películas conocimientos sobre el universo literario que plasma en la pantalla es arriesgada, pero en mi opinión, es muchísimo más respetuosa con el trabajo de todos esos cientos de pringaos que se han dejado las pestañas dibujando cómics de tíos en pijama desde 1938.

Lo que DC lleva al cine en BvS, siendo como es independiente de la linea editorial, no se puede entender sin haberle echado bastantes horas a los tebeos. Los cómics y personajes de DC se conectan entre si de un modo complejo, por causa, en parte de la época en que les dio por ir absorbiendo editoriales pequeñas e incorporando los personajes de estas, un poco sin ton ni son, a la misma linea argumental de su Trinidad. El chocho terminó de montarse cuando con el orgásmico "El Flash de Dos Mundos" metieron en la misma cazuela a las versiones de la Edad de Oro de los personajes con los de la actual, teniendo así dos de cada, cada uno con su propio lore. Hasta que en 1985 Marv Wolfman no se puso las botas de pocero y en las Crisis en Tierras Infinitas consiguió orquestar todo ese jaleo para que tuviese una coherencia casi monolítica, DC se hizo la picha un lío con tanto personaje duplicado. Esta primera Crisis marcó el inicio del modo de ser actual de DC: la idiosincrasia de este nuevo universo narrativo es el Multiverso, que se terminó de fraguar en 52 y New 52 y acabó dándonos un complejísimo mundo con 52 universos en los que encontramos iteraciones de los mismos personajes con los que los guionistas pueden jugar al What If? de Marvel, pero con una continuidad en el tiempo. en cierto sentido, se podría considerar que los universos de las series de televisión y las películas son algunos de esos 52 (aunque estén ya apuntalados por Morrison).

En BvS  nos encontramos con el Supes de La Muerte de Superman, aderezado con toquecitos del de Quitely, la Diana que nos roba el corazón es, sin duda alguna la de Azzarello (que ha sabido explorar el trasfondo mitológico de la amazona como nadie) y el bueno de Bats es mucho más Dark Knight que el de las pelis que llevan ese nombre (cojonudas las tres, eh?) BvS es una coctelera de iteraciones de la Trinidad que funciona como un reloj (no atómico, ni siquiera suizo, pero un muy buen reloj de cuarzo, de los de padre) pero que parece llena de incongruencias y escenas de relleno para el no fan de DC. Mientras al fan se nos pone el rabo como un basset hound al ver aparecer a los Parademonios y a Flash en plan "ayúdame Obi Wan, eres mi única esperanza", el no fan se queda a cuadros y piensa que le han metido 6 o 7 minutos de escena sin sentido para rellenar. Lo mismo pasa con Wonder Woman, que puede quedar como un personaje plano que aparece porque sí para lucir culazo, pero cuyo Lazo ("cuyo lazo"- "culazo", lo pilláis?) es absolutamente imprescindible para el desenlace del enfrentamiento con el final boss. O ese mismo maloso, Juicio Final, que para un no iniciado no deja de ser un Hulk que Luthor se saca de la manga, pero que es un eje imprescindible del desarrollo de Supes como personaje (por cierto, recomiendo muchísimo la encarnación de Juicio Final en la linea temporal actual). Los cameos de Aquaman (que no se porqué coño no es rubio), Flash y Cyborg, la sutil referencia a Bizarro, el diseño del traje y la armadura de Bats, sacados directamente de las viñetas de Miller... todo son detallitos que demuestran que los que están detrás de la peli son verdaderos amantes del universo DC y no productores que lo mismo te hacen un drama de esos que llevan "Mortal" en el título que una de amor en un geriátrico. 

Con respecto al casting, si bien Ben Affleck no es un actor a la altura del personaje, se ve que está tán feliz dentro de ese traje, que se cree tan verdaderamente Batman, que le dota de una profundidad que Christian Bale, con lo alucinante de su interpretación, no alcanza a conseguir. Y es que Affleck no interpreta al Caballero Oscuro, lo vive. También se ha criticado tela al Luthor de Eisenberg, y si bien es verdad que ofrece una visión totalmente novedosa del personaje, totalmente alejada del calvorota elegante y trajeado (ojo al traje azul que comparte con Gene Hackman) sigue siendo el mismo hijo de puta retorcido al que estamos acostumbrados los lectores. Su plan para ensuciar la imagen de Superman y de paso quitarse de en medio a Batman, que nunca está de más, es sublime, y el as en la manga de Juicio Final le pone siempre un paso por delante de los acontecimientos. Por su parte, Henry Cavill está mucho más digno, aunque a veces mas que preocupado parece un bebé haciendo caca, y qué decir de Gal Gadot? La israelí consigue en sus pocas escenas retratar a esa Diana Prince  inteligente y sagaz y esa Wonder Woman capaz tanto de desplegar la más brutal de las violencias como de ser el corazón compasivo de la Trinidad.

Recapitulando: es una cagada que DC haga pelis "sólo para fans"? Pues a nivel taquilla es posible que si, y que este nuevo intento de darle vidilla al universo cinematográfico acabe en nada, pero a nivel coherencia y respeto a la historia del producto, son películas impecables.

Make mine DC.


"Tienes que comer más, Bruce, que te estás quedando en los huesos"


Jae Tanaka