jueves, 28 de enero de 2016

La Alarma

Narciso Ibáñez Serrador en 1964,
en el palmarés de los Premios Ondas.
Fotografía sin acreditar.
Recurrir a la condición cainita de este país de envidiosos, aprovechados y ladrones que es Spaña (con "s" líquida, como lo pronuncian los fachas del NO-DO) se ha convertido ya en un tópico. Pero es que decir que si Narciso Ibáñez Serrador hubiera desarrollado su carrera profesional en los USA o Inglaterra sería una de las figuras más relevantes de la historia de la Televisión a nivel mundial es una verdad como un puño. Sin embargo, al pobre le tocó trabajar en España, en esos años 60 en de apagón cultural promovido por la dictadura de nuestra atiplada Paca la Culona. Apagón que no hizo sino darnos un acelerón en esa carrera que nos ha llevado de ser una potencia intelectual occidental a una manada de encefaloplanos que idolatra a otros aún más encefaloplanos, pero con pasta, que dan patadas a un balón o ponen sus esperanzas de futuro en un mojabragas de cafetería de universidad. Eso si, el adn pirata y fullero lo conservamos intacto, que del tendero que escondía piedras en la balanza al que piensa que si está en internet, es suyo, sólo hay un cambio de medio y no de mentalidad. En fin...

Cabecera de Historias para no dormir
© RTVE
Pero vuelvo a Narciso Ibáñez Serrador, Chicho, como más tarde sería conocido por el gran público en su faceta de director de ese glorioso rompe prime times (de otros tiempos) que fue Un, Dos, Tres... Responda otra vez. Bien. Antes de ser esa omnisciente voz en off, el deus ex machina del concurso que juntaba cada viernes a esas familias de jersey cuello de cisne y pelazos con más laca que el PP de Valencia, Chicho se arremangó y cogió por los cuernos el toro de la misma franja horaria que acogería a su concurso, la de la noche de los viernes para, siguiendo los pasos de producciones televisivas como Alfred Hitcock presenta... o editoriales como Tales from the Crypt, meter por los ojos a los televidentes de entonces una serie de relatos de terror, fanta-ficción y noir: Historias para no dormir. 30 episodios la mayoría de ellos autoconclusivos que o bien tenían guiónes originales o bien adaptaban a Poe o Bradbury. Ahí queda eso. No hay nadie de esa quinta, la de mi madre, que no tenga grabado a fuego en la memoria el espectacular arranque del espacio: una negrura impenetrable que se ve rasgada por una puerta chirriante tras la que vemos el nombre del espacio escrito en una tipografía magnífica, excesiva, sesentera y ye-ye, y luego, un grito espeluznante y un portazo. No había una melodía que se pudiese silbar, ni una cara conocida. sólo una conceptualización del espanto.

Esta bofetada visual y sonora daba paso habitualmente a una intro del propio Narciso en la que, al estilo de Hitchcock o el Guardián de la Cripta, nos presentaba el episodio que se iba a dar a continuación. Este prólogo solía tener siempre un tono cómico, de marcado humor negro y mucha mala leche. En varias ocasiones hacía alusión a los sacos de cartas que recibía en contra del programa o a las penurias que tenía que pasar para sacar adelante los episodios. Normalmente lo hacía entre bastidores, como si quisiese dejar claro que lo suyo era una ficción, y casi siempre sólo, con su pinta de hipster flequilludo, masticando a veces una pipa y leyendo papelotes desde detrás de unas gafas por cuya montura mataría a quien se me pusiese delante. No me cuesta nada imaginarme a esas señoronas de misa diaria torciendo el morro al ver aparecer al pipiolo ese al que Televisión Española había dado un hueco. Por que hay que reconocerle que le echó muchos huevos al asunto, que como he dicho, en plena dictadura del aflautado generalísimo robó casi una hora semanal de televisión pública para que por las pantallas de esa España meapilas y pacata se colasen terrores del espacio exterior, despiadados gangsters y horrores góticos. Narciso fue un visionario, si, pero también un valiente de cojones. Ahora, que hemos sustituido a la Iglesia por las AMPAs (que tiene guasa el acrónimo) y demás adalides de la corrección política sería impensable tener una serie de terror en el prime time de los viernes de RTVE, pero imagino que antes los abanderados del buenismo tenían menos canales por los que dar por culo.

De todos modos, no quería yo explayarme tanto con Historias para no dormir en general, que ya volveré a la serie en su totalidad más adelante, sino con un episodio en particular, La Alarma, emitido en dos partes entre el 20 y el 27 de mayo de 1966. Como casi la totalidad de los episodios, este es un "yo me lo guiso, yo me lo como" de Ibáñez Serrador (no nos dejemos engañar por el guión acreditado a Luis Peñafiel, pues es un seudónimo de Narciso). En un total de poco más de 60 minutos (eliminando créditos, intro y resumen de la primera parte al inicio de la segunda) Ibañez Serrador narra la que, en mi opinión, es la mejor historia de la ciencia-ficción española, una trama que, con otros 30 minutos, unos pocos más de medios (y rodada por ingleses o americanos) estaría reconocida entre las más grandes obras sci-fi del siglo XX. No sólo el guión (del que no quiero desvelar nada, porque merece la pena sentarse a ver los dos episodios si no lo habéis hecho) sino toda la envoltura, desde la presentación al aprovechamiento casi extenuante de la escasez de medios deben considerarse un hito de la televisión no sólo española, si no mundial.

Cabecera de La Alarma © RTVE
En La Alarma, más que en ningún otro episodio, juega Narciso a entrar y salir de la narración, a ser un observador omnisciente, y tremendamente sarcástico, de todo lo que está pasando en esos tres o cuatro sets de cartón piedra. La intro es una prueba magistral de ese control absoluto que el realizador tiene sobre su obra: tras divagar generalidades sobre lo que es una alarma, hace saltar la de una joyería arrojando un ladrillo al escaparate. El parpadeo de dicha alarma y el incesante timbrazo nos sirve de telón para los créditos, acompañados de un quedo redoble de tambor. Conceptual a más no poder, y efectivo. Narciso rompe el escaparate y se va, y es su salida de plano, que no de la narración, lo que da el pistoletazo de salida a la historia, que parecía estar esperando congelada a su señal para echar a andar. Que su huella en la trama es indeleble queda patente cuando, ya al final de la historia vemos a un grupo de gente arremolinada frente a ese mismo escaparate, lamentado el acto vandálico de "algún gamberro". Y vaya que lo es, pues tanto el final de la primera parte como el arranque de la segunda cuentan de nuevo con Ibáñez Serrador colándose en el set, con un aire aburrido y escéptico, un espectador al que le falta decir "si yo pasaba por aquí, pero ya me iba"


Pero del mismo modo que no se toma en serio a si mismo, Narciso Ibáñez aborda la historia con un respeto reverencial, hasta el punto de contar con la asesoría técnica del Gabinete Nuclear del Estado (que me imagino que serían unos señores muy adictos al Régimen con los mismo conocimientos en física que una alpargata). No se de qué retorcidos subterfugios se serviría el realizador, pero consigue colar en el guión que España era, por aquel entonces, un país bastante analfabeto a nivel tecnológico, y que el vulgo ignoraba de la existencia de centrales nucleares en la "piel de toro". Por si no quedaba claro que Narciso Ibáñez tenía algún que otro recado referente a la situación sociocultural del país da el papel protagonista a una prostituta (dice que es bailarina en un club, y cuando termina se va al puerto a "pasear"... ehem) y retrata al "españolito de a pie" (perdón por las ranciedades) como una especie de becerro obtuso y estúpidamente risueño. Y es que el episodio nos plantea que en los próximos dos días van a llegar a la tierra incontables naves de procedencia alienígena y la reacción de los viandantes ante una entrevista televisada es agolparse frente a la cámara cual niños esclavos en torno a Indiana Jones y "saludar a mi hija, que vive en Granollers" (el momento de la señora hablando en catalán seguro que provocó algún que otro ictus).

Narciso Ibañez Menta
Fotografía sin acreditar
 Frente a esa manada inconsciente del significado de la llegada de los extraterrestes nos encontramos con Javier Urrutia, un físico que trabaja para el Gobierno magistralmente interpretado por el enormísimo Narciso Ibáñez Menta, padre y actor fetiche del director. (Insistiendo en el tema de lo mal que trata España a sus representantes de la cultura, habría que decir que Menta debería ser una figura clave del terror, al nivel de Cushing, Lee o Price, pero insisto, aquí somos más de glorificar a un destripaterrones que da golpes a pelotas, ya sea con los pies, las manos, una raqueta o el cimbrel si se tercia). Urrutia es una suerte de Quatermass español, pero lejos de la iracunda y prepotente actitud del inglés, el físico encarnado por Menta es un hombre de maneras suaves, apocado casi, obligado a salir de la zona de confort de un laboratorio para enfrentarse a un misterio que, una vez resuelto, le atormenta con la plena conciencia de que sus actos han provocado con casi total seguridad la extinción de la especie humana.

Y es que la genialidad de este episodio no está sólo en su guión, sino en cómo está estructurado, pues tras las escenas iniciales en las que descubrimos la llegada de los visitantes al planeta, Narciso Ibáñez nos presenta al atormentado Urrutia, quien, haciendo uso de la voz en off habitual en muchos episodios, se revela como causante del desastre que se avecina y en un flash back que abarca la casi totalidad del metraje, explicarnos el porqué. Así, con tan sólo dos personajes principales, y un tercero más instrumental que otra cosa, Narciso Ibañez hilvana una historia de ciencia ficción de todo o nada, de Humanidad en peligro, cuya grandilocuencia no está en unas imágenes limitadas por unos medios técnicos escasos, sino en una narración tan sólida que te mantiene pegado al televisor. No me quiero ni imaginar la frustración de los espectadores que aquel 20 de mayo del 66 recibieran como una bofetada el vertiginoso cliffhanger con el que cierra la primera parte y, en cierto modo, les envidio.

La Alarma es una obra maestra de la ciencia-ficción del siglo XX. Hagámosle el hueco que se merece.

Jae Tanaka




martes, 26 de enero de 2016

Grandes personajes del Pulp: El capitán Alatriste



No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. 



Con estas quince palabras, una frase de inicio que cualquier autor mataría por hacer suya, los lectores de medio mundo descubrieron por primera vez, allá por la Navidad de 1996, a Diego Alatriste y Tenorio, antiguo soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes, y al que todos conocían como capitán. El capitán Alatriste, probablemente el personaje de ficción español más relevante del último cuarto de siglo. Un personaje que, tal y como ha reconocido en innumerables ocasiones su autor, Arturo Pérez-Reverte, nació como un homenaje a aquellos personajes de los folletines de capa y espada que marcaron su infancia lectora. 

Ya saben ustedes si nos vienen leyendo desde hace casi cuatro meses, que en este blog consideramos que el Pulp abarca mucho más que su Edad de Oro de principios del siglo XX, en la que las publicaciones periódicas de papel de pulpa le otorgaron dicho nombre. Tal y como hemos insistido, consideramos que la literatura Pulp, por las características que la definen, nace mucho antes. Y entre sus orígenes está, sin ningún lugar a dudas, la literatura folletinesca del XIX. Primera razón por la cual no dudamos ni un segundo en afirmar que Diego Alatriste es un personaje esencialmente pulp. Pero hay más razones, a las que iremos haciendo mención a lo largo de artículo. 

Como les iba diciendo, Diego Alatriste nace en 1996, año en que Alfaguara publica la primera de una serie de nueve novelas, de las cuales siete ya han visto la luz. Aunque si tenemos en cuenta que en sus orígenes iban a ser cinco novelas, creo que podemos afirmar que habrá Alatristes hasta que a Pérez-Reverte le apetezca. Y no me quejo. En ellas, guiados por las memorias de Íñigo Balboa, el que fuera primero ciado, y después casi un hijo adoptivo del capitán; recorreremos la Europa de aquel tiempo en que en las posesiones de la monarquía hispánica no se ponía el sol. Un auténtico pasaporte literario para la España del Siglo de Oro. Una España que aunque ya en decadencia en cuanto a lo que poder se refiere, rodeada y acosada por todos, no sólo parió a los más grandes escritores y pintores que haya dado Europa, sino que citando muy libremente a Pérez Reverte, “todavía tenía agarrado por las pelotas a medio mundo, y al otro medio francamente acojonado”. 

Las novelas de Alatriste son novelas que combinan, de forma magnífica, los elementos clásicos del folletín de capa y espada con una labor de divulgación extraordinaria. Una acertada combinación de aventura y erudición que no sólo ha convertido a esta serie en un éxito editorial de grandes proporciones, si no que han hecho de muchos de sus libros lectura obligatoria en numerosos colegios, los cuales emplean las ediciones escolares de estas entretenidas novelas de aventuras como herramientas pedagógicas de primer orden. 

Volviendo a la cuestión que nos atañe, la de la literatura Pulp y sus características, debemos hacer mención especial del protagonista de las novelas. El capitán Alatriste es el máximo exponente de un tipo de héroe que caracteriza la narrativa de Arturo Pérez-Revere: el héroe cansado

Alatriste, y en esto se mantiene fiel a las características del héroe clásico, tienen un valor inherente a su persona. Es valiente, tanto en su faceta de soldado, como la de espadachín a sueldo. Y como tal desprecia el miedo al peligro, el dolor y la muerte, y se mantiene fiel a unos principios que marcan su personalidad. Llegados a este punto comienzan a surgir las diferencias con el héroe clásico y las similitudes con otro tipo de héroes que le acercan a arquetipos propios del género negro. 

Alatriste no es ningún elegido, ni hay marca alguna de nacimiento en su físico que le haga especial. Sus marcas son las cicatrices que las guerras y la vida le han ido dejando en el cuerpo. No hay en su vida literaria una dama idealizada. Más bien todo lo contrario. Las mujeres que se cruzan en su vida son mujeres terrenales, cuya forma de querer queda en segundo plano, y resulta mucho más creíble. No está destinado a grandes hazañas que lo encumbren sobre sus iguales. Sus hazañas, pues sin duda lo son, apenas le sirven para lograr seguir malviviendo. Y su único premio es el respeto con el que sus compañeros y superiores le miran. Y sus enemigos más temibles, si bien los tiene reales y de gran poder (Bocanegra, Alquezar, Malatesta, etc.), son los fantasmas que habitan en su interior y a los que, tal y como cuenta Íñigo Balboa, combate en silencio con alcohol. 

En definitivas cuentas el héroe cansado, tal y como bien definió José Belmonte Serrano, es el que hace frente al mundo y sus peligros armado con un código moral propio, que es el que le mantiene en pie y por el que daría la vida. Un código moral que nadie excepto él entiende y que no importa a nadie más. El héroe cansado es un héroe desengañado, desencantado por la vida, y que tan sólo se mantienen a flote gracias a una especial lucidez que han alcanzado, y a su fidelidad a ese código moral y hacia las cuatro o cinco personas a los que honran con su amistad. Valentía, lealtad, lucidez e integridad. Características que encontramos en muchos de los grandes personajes de la novela negra del Pulp de los años 30 y 40, pero adaptadas y mejoradas. 

Llegados a este punto tan sólo me resta recomendar encarecidamente la lectura de la tesis doctoral "El concepto de héroe cansado en El capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte"; de María Inés Villanueva Celada. Aquí os dejo el enlace.

Y respecto a las otras vidas de Alatriste, que decir. Que el personaje y sus aventuras, como es público y notorio, y con desigual fortuna, han trascendido el medio en que nacieron. Trataré de hacer un resumen conciso de las mismas. 

En el año 2002, amén del homenaje que recibe la serie de novelas en forma de una serie de sellos, en el diario El País las aventuras tienen su primera adaptación al cómic. Una versión infantil ilustrada por David Jiménez, la cual se convertirá en libro esa misma primavera. Y a finales de año, en octubre para ser exactos, la editorial ibérica Devir publica el “Juego de Rol del capitán Alatriste”, diseñado por el padre espiritual de los juegos de rol en España, Ricard Ibáñez (si, el autor del ya clásico llamado Aquelarre, toda una garantía). Al manual de juego, ilustrado por Joan Mundet, le seguirán el complemento “Maestros de esgrima” y la “Pantalla del director de juego” (que está acompañada por una brillante aventura titulada “Juegos de Damas”), conformando así un juego que corrió peor suerte de la que merece. Un juego redondo que permite recrear con gran acierto y agilidad la España del Siglo de Oro. Sin lugar a dudas cualquier aficionado a los juegos de rol y a la historia de España tendría que tener un ejemplar en la estantería. Y además del juego de rol desde Devir lanzaron un juego de tablero que, desgraciadamente, ya está agotado y fuera de catálogo. 

Vale, lo del acento era una cagada, pero
Viggo Mortensen era un Alatriste cojonudo.
A esta adaptación lúdica, y a las sucesivas versiones en cómic de los dos primeros libros (en esta ocasión los cómics, publicados en 2005 y 2008, están pensados para un público adulto, e ilustrados por el ya mencionado Joan Mundet), les seguiría el auténtico salto de gigante de cualquier personaje de ficción. La adaptación al cine. En el año 2006 llegaba a las salas de cine españolas la película “Alatriste”, dirigida por Agustín Díaz Yanes y protagonizada por la estrella internacional Viggo Mortensen. La película, con un presupuesto de algo más de 22 millones de euros, es la segunda película más cara de la historia del cine español. A pesar de la excelente recaudación obtenida en España y, sorprendentemente, en el mercado asiático, por el mercado americano pasó prácticamente inadvertida, haciendo que al final la cinta fuese deficitaria. Y no sólo eso, si no que las críticas no fueron especialmente amables con un filme que no las mereció. Tengo reciente un visionado de la misma y, aceptando los problemas de guión que presenta (se intentó condensar en menos de dos horas todos los libros publicados hasta esa fecha, así como terminar de contar la vida del capitán), es una magnífica película. Tanto por la dirección, fotografía, música, casting, ritmo, y así un largo etcétera de factores que hacen de esta una gran película. Y desde luego un Viggo Mortensen, a pesar de lo que dio de hablar su peculiar acento, compone al auténtico capitán Diego Alatriste. En definitiva, la versión cinematográfica de las aventuras del capitán no fue tan mala como muchos afirmaron en su día, ni mucho menos. No obstante se perdió una magnífica oportunidad, qué duda cabe. 

A pesar de batacazo comercial la franquicia Alatriste demostró su buena salud cuando a finales de ese mismo año un conocido empresario de la restauración madrileña se hace con un palacio del siglo XVI en la calle Grafal, junto a la Cava Baja, en pleno corazón del Madrid de los Austria, para abrir La Taberna del Capitán Alatriste. Un restaurante que lleva en activo desde entonces, empleando como reclamo las andanzas de nuestro buen capitán. Lo cual nos demuestra que hay infinidad de formas inteligentes de explotar una franquicia. 

Llegados ya al 2013 la cadena de televisión privada Telecinco, la cual participó en la adaptación cinematográfica del personaje, comienza el rodaje de una superproducción televisiva de carácter multinacional, que adapta las novelas a la pequeña pantalla. En los mentideros de la corte se rumoreó desde el principio del proyecto que dicha adaptación estaba teniendo múltiples problemas. Desde el descontento de la cadena de Fuencarral con los dos primeros capítulos dirigidos por Enrique Urbizu, así como las insistentes y ya hemos constatado desacertadas decisiones de los responsables de ficción de la cadena. 

¿Los carnavales de Valdeconejos del Condado?
Nooooooo...¡¡¡Producciones Tele 5!!!
Y de la serie se puede decir, sin miedo a exagerar, que el nuevo intento de adaptar las andanzas del capitán ha sido un nuevo desastre sin paliativos. Y no por Aitor Luna, que sin ser el auténtico Alatriste, el de las novelas, compone un personaje creíble y más que aceptable. Ni tan siquiera por la decisión técnica de cambiar el etalonaje original de Urbizu, logrando así que los escenarios luzcan de una forma inadecuada para conseguir la atmósfera que dichas historias necesita. Las causas reales, además de por una elección de casting inexplicable (esa María de Castro con acento ruso, o un Malatesta que de frío asesino siciliano ha pasado a ser un matón de los Balcanes, por citar un par de ejemplos), una deficiente dirección de actores y una ausencia inaceptable de un asesor histórico que evite errores de bulto que resultan bochornosos (y esto lo afirmo desde mi condición de historiador). No, el problema principal es el de la costumbre demasiado arraigada en algunos sectores del mercado audiovisual español que siguen tratando a los espectadores como a menores de edad. El espectador español no sólo está preparado para un nivel distinto de narrativa y producción, sino que comienza a estar acostumbrado y lo exige. Alatriste podría haber tenido una adaptación muy buena, y su universo narrativo, que es amplísimo y rico en matices, transmediado. Empleando las herramientas que las narrativas transmedia ofrecen se podría haber convertido a esta franquicia en un producto más rentable que El Águila Roja (la cual, con una base más pobre, le da sopas con ondas a este Alatriste). 

Sea como fuere la salud de hierro del capitán Alatriste está fuera de toda duda. Y los lectores de sus aventuras esperamos impacientes a su siguiente entrega, “La venganza de Alquezar” y que aunque está tardando en exceso, dios mediante deberá llegar a las librerías este mismo año. O en ello confiamos. 

Eduardo Martínez.


Todas las ilustraciones que ilustran la entrada son obra de Joan Mundet, genial responsable de ponerle cara al capitán Alatriste. Desde aquí nuestro más sincero homenaje y admiración. Dicho lo cual, aunque de este blog los responsables no sacamos ni un misero doblón, si por un accidente el señor Mundte llega hasta aquí, y no desea que sus ilustraciones aparezcan, le rogamos nos lo haga saber de inmediato. Al César lo que es del César. 

jueves, 21 de enero de 2016

Intermedio: The Phantom Planet.

Debido a problemas de agenda, nuestro colaborador de los jueves, el infame Jae Tanaka, se ha visto obligado a faltar a su compromiso con este blog. 

En su defecto, ofrecemos un fanart perpetrado por el susodicho en el que, al estilo de las colecciones de cromos de los 80, presta tributo a esa joyita del año 61 que es The Phantom Planet, cuyo visionado recomendamos encarecidamente a todos nuestros seguidores.



Fanart de El Solarita, cuyo desdichado aspecto no debe llevar a engaño; por Jae Tanaka
The Phantom Planet  
© Four Crown Productions Inc.



Edward T. Knack.



martes, 19 de enero de 2016

Ahí abajo, de Víctor Blanco y Gonzalo Zalaya.

Portada de "Ahí abajo", diseño de
Cris Miguel y J.R. Plana
Hace cosa de dos meses en el blog le dedicamos una entrada a un proyecto de crowdfunding que a un servidor le había entusiasmado. Se trataba de la novela de fantasía grimdark Delbaeth Rising, de los escritores Victor Blanco y Gonzalo Zalaya (novela que en febrero tendremos los mecenas y de la que se hará cumplida reseña). Francamente no tengo muy claro cómo diablos llegué a tener conocimiento de la existencia de ese Verkami y de sus responsables -supongo que sería cosa de las redes sociales, que las carga el diablo-, pero el caso es que desde el minuto cero me generaron una empatía tremenda. A fin de cuentas hablamos de dos colegas de casi la misma quinta que los irresponsables de este blog, con similares referentes culturales, y que encima destilan un muy buen rollo. Digamos que, por esas cosas que no pueden explicarse, esos dos tíos me dieron un buen pálpito lector. Así que llegada la hora de cumplir la deuda que un servidor tenía pendiente con la editorial Pulpture, no podía elegir otra obra que la novela corta Ahí abajo.

Y cuando hablo de una cuente pendiente con Pulpture me refiero a que era, hasta ahora, la única editorial española dedicada a la publicación de Pulp de la que todavía no había leído nada. Esto era algo no podía seguir así, entre otras cosas porque como antiguo librero le tenía muchísimas ganas. No sé si recuerdan alguno de ustedes aquella entrada que titulé El Pulp es una mierda -que de no hacerlo es tan sencillo de solucionar como pinchar el enlace y leerla, que mola mucho-, en la que desde una provocación intencionada trataba de llamar la atención al respecto del amateurismo del que solemos pecar los que trabajamos este género en España de una forma u otra (amateurismo peligroso que nos condena a seguir siendo no un simple y vulgar nicho, no; más bien un nicho roto, lleno de cagadas de ratón, en un cementerio de una aldea abandonada). Pues resulta que Pulpture, con la que vaya por delante que nada me une, por si hay alguna suspicacia; es la editorial que en mi modesta opinión, y sin que sirva de desdoro a otros editores, que ha realizado una mejor apuesta estética de todas las que se dedican actualmente a publicar neopulp. Una editorial que, si bien pueden gustar más o menos las ilustraciones de sus portadas, ha trabajado el diseño de forma integral. Imagino que un día de estos mi socio Jae Tanaka, que es el artista de este dúo, se extenderá más y mejor en este asunto, con mucho palabro técnico y tal que a un servidor se le escapan.

Bueno, el caso es que hace unos días, dispuesto a pagar mi deuda con este rincón del pulp patrio, me pasé por Lektu e hice un buen acopio de títulos. Y puestos a romper el hielo, no tenía ninguna duda de que mi elección sería comenzar con Ahí abajo. Una novela corta, o relato largo, de espada y brujería perpetrado por Gonzalo Zalaya y Victor Blanco; que tanto monta.

Ahí abajo, tal y como acabo de decir, es un relato de espada y brujería en su sentido más clásico. Una narración que se amolda a los cánones del género tal y como el maestro Howard manejaba. Resumiendo muchísimo el asunto para no hacer ningún spoiler, es una historia breve, en la que los protagonistas, bravos guerreros de diversas culturas de nuestro pasado, gracias a su habilidad con las armas, la fuerza y su ingenio, son capaces de vencer a un enemigo pretérito, poderoso, poseedor de unas ciencias olvidadas y de artes antiguas. 

Las cosas como son, tampoco importaría en exceso que se hiciera algún spoiler, porque cualquier lector de género sabe a qué se enfrenta. Cuando hablamos de Espada y Brujería, así, con mayúsculas, importa más el viaje que el destino, y el hilo narrativo no se sostiene por giros argumentales ni sorpresas. Las únicas sorpresas que esperamos encontrarnos son las nuevas dificultades a las que los protagonistas han de enfrentarse para sobrevivir, y los enemigos a los que han de dar muerte para lograr salir con buen pie de la aventura. 

Guerrero Jaguar. Obra del ilustrador brasileño
Gureiduson
En Ahí abajo Victor y Gonzalo nos presentan un escenario poco trillado en el género, un mundo subacuático habitado por razas antiguas a las que el hombre, en tiempos antediluvianos, expulsó de la superficie de la tierra en el trasncurso de una guerra que se menciona casi de pasada. Y de entre esas razas, son los poderosos Suxeanohr quienes se alzan como amos y señores desde su magnífica ciudad de Emdeem-Jalam-Wyr. Una ciudad, remedo de la Atlántida de nuestro imaginario colectivo, en cuyas arenas de combate se reúnen, para diversión de las perversas criaturas de los fondos abisales, guerreros raptados de la superficie. Unos guerreros de muy diversas y absolutamente anacrónicas procedencias (en serio, juntar a un cazador inuit con un guerrero jaguar azteca, un asirio y un Tuatha Dé Danaan, entre otros, es una ida de pelota maravillosa), que le van a dar un disgusto muy gordo a sus amos. Que hace falta ser lila, pero que muy lila, para juntar a semejantes malas bestias, darles armas, y creerse que se puede salir de rositas. 

En fin, que en sus apenas 46 páginas (que aunque en electrónico es difícil saber el número de páginas, eso dice mi Kindle; y si lo dice, por algo será), como lectores asistimos a una maravillosa sucesión de hostias a mansalva. Sí, he dicho bien, maravillosa. Porque si en algo destaca este relato es en lo bien narrada que está la acción. Porque, señores míos, si hay algo francamente difícil es hacer que parezca que escribir un relato así es fácil. Y Gonzalo y Víctor lo logran con creces, con la enorme dificultad añadida de conseguir que nos olvidemos que hay dos pares de manos detrás del texto. Y si de algo puedo hablar es de eso mismo, ¿verdad Jae Tanaka? 

Ahí abajo es, en resumidas cuentas, una hora de entretenimiento puro, de narrativa de espada y brujería muy bien escrita, que cualquier amante de la literatura de fantasía y aventuras apreciará sin ningún género de dudas. Una novela que, destilando amor por el género y un profundo conocimiento del mismo, es capaz de enhebrar con singular acierto los mimbres clásicos con ciertos destellos de la más moderna literatura fantástica oscura de Abercrombie, Richard K. Morgan y compañía, heredera directa de los Howard o Leiber. 

Por si fuera poco todo lo que acabo de decir, la novela se puede adquirir en la tienda Lektu, en formato electrónico, al precio que nos salga de los mismísimos perendengues. Habéis leído bien, podéis pagar lo que os de la puñetera gana; incluso descargarla gratis. Coño, más fácil y más barato, imposible. Un relato que hace que espere con más ganas si cabe que llegue a mi domicilio mi ejemplar de Delbaeth Rising. Victor y Gonzalo, Gonzalo y Victor, mi más sincera enhorabuena. Definitivamente habéis ganado un lector.





Eduardo Martínez.

jueves, 14 de enero de 2016

La Fuerza tiene buen despertar.

Si no te ha gustado El Despertar de la Fuerza (TFA para abreviar) es que estás muerto por dentro o te crees demasiado guay como para admitir que cagaste ladrillos viendo la peli. Sea cual sea la tuya de entre estado dos opciones, lo siento por ti.

"¿Y Luke? ¡¿Dónde está Luke?!"  © Disney/Lucasfilms
Porque en serio, ser hater no es malo, miradme a mi que lo bordo, y soy muy feliz, pero hay cosas que no admiten contestación. "Es que es muy parecida a Una Nueva Esperanza", gritan las enfervorecidas turbas, enarbolando las cruces en llamas de la indignación. Las mismas turbas que critican las precuelas porque "no tienen nada que ver con Star Wars". A ver si nos centramos... Cuando salí de ver La Amenaza Fantasma me entraron unas ganas tremendas de ver El Imperio Contraataca, porque había ido a ver una peli de Star Wars, y como que no. Pero cuando salí de ver El Despertar de la Fuerza me entraron unas ganas tremendas de ver El Despertar de la Fuerza. Porque es una peli de Star Wars. Tiene todo lo que debe tener para ser una peli de Star Wars. Y todo lo que debe tener se reúne en un único mandamiento starwasero: el concepto de "legado". El legado es intenso en la película de Abrams: es el eje de la trama de los personajes principales, Rey y Kylo (que se mea en el patético Anakin de Christensen), y su ausencia y búsqueda de dejarlo definen al tercero de los nuevos protagonistas, Finn. Del legado de Dameron sabemos bastante por los comics del nuevo Universo Expandido, así que el cuarto prota, que asciende de secundario a estrellón por méritos propios también cumple ese mandamiento. Esto va de legados. y ya la primera linea de los consabidos créditos con fuga son una declaración de intenciones: "Luke Skywalker ha desparecido". Nos está diciendo: "tío, esto es Star Wars, esto va de Luke" Porque es verdad, la película va de encontrar a Luke, de volver a poner los pies en el camino del legado de la trilogía original.

¿"No eres un poco bajo para balón oficial del Mundial?"
© Disney/Lucasfilms
Pero también hay legado en la cinta como producto, en cómo está enfocada y en cómo está escrita. Todo respira a Episodios IV, V y VI. Tanto en sus diseños de personajes, planetas y tecnología (se nota que la dirección de arte ha metido los hocicos en los archivos de Ralph McQuarrie) como en lo que los pedorros que nos dedicamos a esto de lo audiovisual llamamos look and feel. Si las precuelas son un fiasco no es sólo porque el guión se hunda cual DiCaprio en Titanic, sino porque, a nivel visual, son tan Star Wars como Downton Abbey. Lo primero que te planteas cuando te enfrentas a crear el aspecto visual de un mundo (en mi caso, series de animación) es que todo debe pertenecer a un mismo sitio, todo debe respirar un mismo espíritu. Da igual que lo que diseñes sea una cafetera, una seta o una nave espacial, todo debe tener el mismo "rollo", por utilizar terminología técnica. El arte de las precuelas carecía de eso. No juzgo su calidad, sino su "idoneidad". Por mucho que estemos en un universo enorme plagado de planetas y culturas alienígenas diversas, lugares como Naboo, Kamino o Geonosis no encajan en el look and feel marcado por la Trilogía de Luke. La carrera de vainas, a pesar del insufrible comentarista bicéfalo, es bien. La nave cromada de Amidala, es mal (aunque veamoslo por el lado bueno, sin naves cromadas, Phasma no tendría esa armadura tan molona).Otro aspecto que contribuye a que la Trilogía de Anakin sea la mierda en cuanto la lo visual es el 3D. No es que sea malo, en absoluto, pero no tiene personalidad. Las animaciones, las textura, incluso algunos modelados, son genéricos, sosos. Yo no soy de esos que dicen que el 3D no tiene alma, que es frío y demás tontunas. El 3D es una herramienta y punto, y se puede usar bien o mal. La Trilogía de Anakin la usa como el culo, y en TFA el 3D tiene personalidad (aunque hubiera preferido una Maz Kanata de maquillaje y prótesis en lugar de digital, mire usted). No es cuestión de adelantos técnicos, es cuestión de gusto: Parque Jurásico es más vieja que mi abuela y sigue teniendo los mejores efectos digitales de la historia del cine.

Otro aspecto en el que se refleja el legado es en el propio Abrams. Como ha dicho un amigo mío, la mejor decisión del equipo de producción ha sido poner la película en manos de un friki (cada vez le tengo más asco a la palabra, pero se me entiende). Abrams es un tío que se ha criado viendo Star Wars, jugando a Star Wars, escuchando Star Wars, y se nota mogollón. Leí por ahí a alguien que decía en todo despectivo, con el meñique así levantadito, decir que TFA es simplemente un fanfic con presupuesto. Y joder, es eso lo que la hace tan cojonuda. Que una producción que ha tenido que estar sometida a tantísimas exigencias de merchandising, target, sondeos, etc... respire tanto cariño, que no parezca un simple producto comercial como evidentemente lo es, se debe, creo yo, a que Abrams es un frikazo de Star Wars, a que ha hecho un fanfic de puta madre. Es todo lo contrario a lo que pasa con otras franquicias, sobre todo las de videojuegos, en las que durante todo el metraje te parece estar oyendo al director en tu cabeza decir: "Ni he jugado al videojuego, ni me interesa, ni me va a interesar, yo lo que quiero es irme de pesca" Creo que hay mogollón de entusiasmo en todos los que han hecho esta peli, muchas ganas de que saliese bien y mucha ilusión. Exceptuando a Samuel L. Jackson, al resto de actores de La Trilogía de Anakin se la suda muchísimo la peli, tienen la misma actitud que el director de la adaptación del videojuego al que me refería antes. Eso no pasa en TFA: de hecho, los personajes de Finn y Rey, aún formando parte de ese Universo, son fans de Star Wars, o del lore subyaciente, claro. Sus reacciones cuando pilotan el Halcón, destruyen un TIE o conocen a Han Solo o se habla en su presencia de Luke son digna de una fangirl con las hormonas locas. Vale que son personajes dentro de ese universo, pero en esos momentos hay una especie de carambola metanarrativa y se convierten en espectadores y en fans, su reacción es como "joder, esto es lo que yo quería ver, y no al puto Boss Nass babeando la alfombra".

Y es que TFA es justo eso, es lo que los fans queríamos ver. Los fans de Star Wars queremos Star Wars, y Abrams nos ha dado Star Wars. Lo siento, Lucas, pero la cagaste y ahora otro más capacitado ha recogido el legado. Step aside, bitch.

Cuento los días para el Episodio VIII.

499 según el app oficial.


"Te... dije... un poco... socarrat... io... puta..."
© Disney/Lucasfilms

Jae Tanaka


martes, 12 de enero de 2016

The OCCULT Herald recomienda: The Great Martian War 1913-1917

Terminado ese maravilloso periodo navideño, en el que nos solemos poner ciegos a comer (de tal forma que por unos días entendemos al pobre sarlaac y su digestión de mil años), y en el que, si hemos sido buenos, los Reyes Magos de Oriente nos traen regalos, la alegre chavalería de The OCCULT Herald vuelve al tajo con las mismas ganas de siempre de hacer que nuestro vicio por la subcultura, la literatura Pulp y la cultura pop se extienda por el mundo. 

Dicho lo cual, hay que aceptar que una de las muchísimas cosas buenas que tienen las vacaciones de Navidad es que, por eso de que en la calle suele hacer un frío del carajo, parece que apetece más que nunca estar en casa, tirado en el sillón, tapado con una manta, consumiendo cultura a cascoporro. Y cuando digo eso de consumir cultura, estoy hablando de leer, ver pelis o series en la tele, o dándole a la consola -si eres de los que piensan que los videojuegos no deben considerarse cultura, haces el favor de irte del blog cagando leches- hasta que se te caen los ojos. Y resulta que, en ocasiones, la televisión a la antigua usanza (si, esa cosa tan antigua que te obliga a ver lo que te ponen a la hora que le da la gana a algún “lumbrera” que se dedica a diseñar la programación) te esconde alguna sorpresa agradable. Una sorpresa que me ha servido como excusa perfecta para poner en marcha de nuevo el blog. Una excusa en forma de falso documental emitido, recién estrenado el año, por La 2, titulado La Gran Guerra Marciana 1913-1917

Orbitando el sol, a unos 225 millones de kilómetros de nuestro hogar, el planeta Marte es, sin lugar a dudas, uno de las fuentes de inspiración literaria más asombrosa de los últimos ciento cincuenta años. Bautizado así en honor del dios romano de la guerra, ese pedazo de roca ha sido escenario de algunas de las más extraordinarias aventuras jamás escritas. Desde los clásicos de la literatura Pulp como el ciclo de novelas de Edgar Rice Burroughs protagonizadas por John Carter de Marte, clásicos de la ciencia ficción como las Crónicas Marcianas de Bradbury, hasta novelas de éxito tan recientes como la Trilogía marciana de Kim Stanley Robinson o la más reciente y entretenidísima El marciano de Andy Weir.

Sin embargo hoy quiero hablar de una obra que, si bien sus principales protagonistas son oriundos del Planeta Rojo, se desarrolla en nuestro planeta. Como ya habrán ustedes adivinado, hoy, en nuestra rentrée tras el parón navideño, es La Guerra de los Mundos la que se convierte en protagonista absoluta. 

El bueno de Herbie Wells
Y es que, de todo el enorme caudal de tinta y páginas impresas que han surgido a la sombra de Marte, no hay ninguna obra tan trascendental como la que Herbert George Wells escribiera y viera publicada allá por 1898. A Wells ya le hemos citado en varias ocasiones, puesto que como pionero en el género del romance científico, y por lo tanto uno de los padres fundadores de la moderna ciencia-ficción, su literatura fue una de las principales fuentes de inspiración para la literatura Pulp de los años 20 y 30. En el caso de la novela que nos traemos entre manos, a pesar de que la intención real de Wells al escribirla fue la de criticar los usos y costumbres de su Inglaterra victoriana y los males del colonialismo europeo, a buen seguro que jamás imaginó cuán lejos llegaría su obra.

Resumiendo la novela que es una barbaridad, en La Guerra de los Mundos asistimos a la invasión de la tierra por unos marcianos tecnológicamente mucho más avanzados que los terrícolas. Unos marcianos que, equipados con unas máquinas de guerra en forma de inmensos trípodes, no sólo nos dan para el pelo cosa fina, sino que encima engordan como gorrinos a costa de nuestra sangre. Menos mal que los humanos somos un foco de “viruses” y bichos malos que te rilas domitilia, y los invasores acaban palmando de un catarro mal curado. Anda y se jodan, por meterse con quien no deben.

"Men Hunting". Ilustración de Robert Czarny. 
Bueno, el caso es que Wells toco algo muy especial en la fibra sensible de los asustadizos terrícolas. Su novela, asombrosamente moderna, juega de forma magistral con algunos de nuestros miedos más atávicos (el miedo al que viene de fuera y es distinto, o el pavor que nos causan esos trípodes que recuerdan a insectos), haciendo que su narración sea atemporal. En algo más de un siglo que llevamos vivido desde que fue publicada por vez primera, las adaptaciones a otros formatos narrativos se han sucedido sin importar el momento que se viva. Desde la universalmente conocida versión radiofónica de Orson Welles de 1938, hasta la más reciente versión cinematográfica de Steven Spielberg de 2005, todas y cada una de sus adaptaciones son casi un éxito asegurado. Eso por no hablar de las obras literarias inspiradas o derivadas de la novela de Welles. Desde Alan Moore, que aprovecha La Guerra de los Mundos para el segundo volumen de su Liga de los Hombres Extraordinarios, hasta nuestro compatriota Félix J.Palma, quien en su magnífica El Mapa del Cielo hace un homenaje asombroso a la novela de Welles, dándole una vuelta de tuerca sencillamente genial.


Llegados a este punto, tras una introducción larguísima marca de la casa, toca llegar al meollo de la cuestión; el falso documental The Great Martian War 1913-1917. Esta co-producción británica/canadiense de 2013, que toma la novela de Wells como base para crear toda una nueva línea temporal, en un inteligente ejercicio de Historia Alternativa. A través de una combinación inteligente de los sucesos históricos reales de nuestro mundo en el periodo de la Primera Guerra Mundial, manipulando documentos de la época, entrevistas simuladas a veteranos del conflicto, así como de un aceptable uso de CGI, los autores del documental crean una línea narrativa coherente que, si somos capaces de quitarnos los prejuicios, resulta creíble. Y todo ello ateniéndose al canon de la novela de Wells. 


Durante las dos horas que dura el documental, mientras se nos narra de forma detallada los avances y retrocesos de los frentes de batalla, gracias a las entrevistas a los supervivientes y los veteranos de guerra nos adentramos en los miedos de los terrícolas ante el avance de la aparentemente invencible maquinaria de guerra marciana, logrando así una experiencia emocionalmente inmersiva. The Great Martian War 1913-1917 es una producción que cualquier amante de la literatura de género sabrá apreciar, y un ejemplo de las múltiples posibilidades que nos ofrecen los clásicos de la literatura y, por extensión nuestra propia historia. Un documental que desde The OCCULT Herald os recomendamos encarecidamente.


Eduardo Martínez.