Antes de comenzar dejo un aviso para navegantes. Esta no es una entrada típica del blog. Tanto esta entrada como las demás que conformarán la serie pueden servir de pequeño manual de consejos para escritores de género de fantasía y ciencia-ficción. Dicho lo cual, pasamos al tema.
Un servidor de ustedes, además de aficionado a cualquier cosa cuyo valor productivo sea cercano a la nada (juegos de rol, literatura Pulp, videojuegos, cómics, etc.), allá por los años 90 del siglo viejo pasó unos años en la universidad estudiando historia. Para ser exactos debo decir que, habiendo realizado íntegros los itinerarios de historia antigua y medieval, posteriormente me especialicé en la vertiente más belicosa de la historia medieval española. Vamos, que soy historiador militar de formación. Sobre el papel me molan las hostias finas más que a un tonto un lapicero.
El caso es que después de pasar los últimos tres años en barbecho, buscándome la vida de la mejor manera posible con mil y un inventos, de un par de semanas a esta parte he vuelto a la maravillosamente rutinaria vida del trabajador por cuenta ajena. Siendo esta una de las razones por las que llevamos una temporada con un ritmo de publicación de entradas un tanto irregular. El caso, decía, es que sin dejar de estar ligado al mundo del libro -que es lo que me lleva dando de comer dese hace tres lustros-, a día de hoy me gano el parné en una editorial especializada en historia militar. De lunes a viernes vuelvo a estar en contacto con profesionales de esto de la historia de la guerra y tal; de tal forma que, además de leer mis tontunas habituales, estoy retomando las lecturas académicas. Que de vez en cuando viene bien.
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La de guarrerías que deja la gente tirada por el campo... |
A raíz de del comienzo de esta nueva etapa, me he puesto a darle vueltas al asunto de la guerra en la literatura de género. Y es que, niños y niñas, la guerra es el motor narrativo más potente jamás concebido. Sin la guerra no habríamos disfrutado jamás obras tales como El Señor de los Anillos, Dune, Canción de hielo y Fuego, Príncipe de Nada, La Guerra de las Galaxias, etc. Sin salir de la literatura y el cine de género de fantasía y ciencia-ficción, podríamos seguir dando títulos una semana y nos faltaría tiempo. Por más pacifistas que nos pongamos (sobre todo en esta España en la que cogérsela con papel de fumar se ha convertido en la más cultivada de las bellas artes) la guerra, puestos a contar historias, es garantía de éxito. Por lo tanto, si un servidor es historiador de la guerra, y encima comparto un blog de literatura pulp, creo que ya toca una serie de entradas en las que hablemos de lo mucho o poco que saben aquí los del gremio de juntaletras cuando escriben sobre la guerra. Como tendré tiempo de ponerme gafapasta, y de hacer recomendaciones bibliográficas varias para que todos mis colegas juntaletras puedan escribir sobre temas bélicos con un poquito de criterio (que se lee cada gilipollez que asusta), vamos a comenzar de forma suave.
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Hola, me llamo von Clausewitz, soy prusiano, y me la agarras...nianoniano. |
Lo primero que hay que definir es que es la guerra. Una de las definiciones más populares se las debemos a un gachó llamado Carl von Clausewitz. Con ese nombre lo único que se podía ser en la vida es un ex combatiente prusiano de las guerras napoleónicas; que es lo que fue aquí el amigo. Además de eso, que ya es bastante, Clausewitz dedico sus años de retiro a redactar lo que se convertiría en el libro más famoso sobre la guerra jamás escrito –De la guerra-. En ese libro, que es un auténtico coñazo, Clausewitz definió la guerra como “la continuación de la política por otros medios”. Bueno, en verdad lo que dijo es que la guerra es la continuación <<de la relación política>> (des politischen Verkehrs) <<con la intrusión de otros medios>> (mit Einmischung anderer Mittel). A lo que yo le digo que: “y un mojón pa ti colega”. Si algo nos enseña la historia es que la política es la continuación de la guerra cuando con esta no logramos nuestros objetivos (que es de lo que llevan viviendo los diplomáticos los últimos cinco siglos). Si algo nos enseña la Historia, así, con mayúsculas, es que la guerra precede a los Estados, a la diplomacia y a la estrategia en varios milenios; la guerra es tan antigua como el hombre mismo y está arraigada en el corazón humano. La guerra, como dijo el antropólogo estadounidense Harry Turney-High, es cultura.
Llegados a este punto tienen dos opciones, llamarme fascista, que en España es gratis, y dejar de leer; o pasar a la pequeña noticia que voy a compartir y engancharse a la serie completa de artículos. Tan sólo puedo decir que seguir leyendo es gratis, y que los insultos me la refanfinflan. Dicho lo cual, les voy a contar una historia muy chula.
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Lo que yo te diga niñato, lo del valle de Tollense si que fue un aquí te pillo, aquí te mato. |
Tradicionalmente los prehistoriadores, que suelen ser unos académicos un pelín carcas, defienden que las sociedades de cazadores-recolectores eran un modelo casi idílico de existencia. Resumiendo muy mucho el tema, se supone que si obviamos que la esperanza de vida apenas llegaba a los 35 años, en la prehistoria la peña se dedicaba a cazar, coger frutas y comerciar con otras tribus. Y tan sólo, de tarde en tarde, había ciertos dimes y diretes que, en el peor de los casos, se solucionaban con alguna que otra escaramuza. Un par de brechas, unas tiritas y a correr detrás de un mamut o un lo que fuera que se pudiera comer. Mira por donde hace bien poco, en el alemán Valle de Tollense se han encontrado los restos de una batalla librada hace unos 3250 años. En plena Edad del Bronce. Si de por si hablar de batalla en esa época rompe muchos esquemas, lo verdaderamente interesante del asunto es que los restos encontrados apuntan a una batalla de tal magnitud que los prehistoriadores antes citados están cagando ladrillos. Las estimaciones son de unos 4000 combatientes; y por el análisis de estos restos los arqueólogos forenses han reconstruido las armas utilizadas en el enfrentamiento, partiendo de las heridas que estas infligieron. Se ha determinado el uso de garrotes, hachas, espadas, lanzas y flechas fabricadas en madera, sílex y bronce en el caso de las más sofisticadas. La panoplia de los combatientes (armas y armaduras, almas de cántaro) nos habla de la existencia de una clase guerrera que combatía a caballo con un armamento de gran calidad y que probablemente disponía de entrenamiento bélico, al mando de un contingente mayor de guerreros equipados con armas improvisadas como garrotes de madera. A la enorme dificultad logística que supone poner a tanto becerro junto sobre un campo de batalla, hay que unir que los restos proceden de individuos llegados de lugares en el quito pimiento. Se han encontrado restos humanos de guerreros que llegaron a ese valle a darse matarile desde Escandinavia, Polonia y el sur de Europa.
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Osches, Olaf, pues parece que en el Valle de Tollense se ha quedado una buena mañana para inflarse a hostias. |
Para que se hagan ustedes idea de la magnitud de las cifras pondré unos pequeños ejemplos. Se estima que hacia el año 1000 a.C. la población mundial rondaría los cincuenta millones de habitantes. En esa época se piensa que la ciudad más poblada de la tierra era Menfis, con aproximadamente 50000 habitantes. En lo que es la actual Europa no había ni un puñetero conjunto de chozas de más de 1000 habitantes ni por casualidad. Para que nos entendamos, es como si, haciendo una comparación muy libre, a día de hoy pusiéramos sobre un campo de batalla dos ejércitos de medio millón de hombres. Y no con los medios y tecnología de la era industrial, no. Con los recursos y medios de la prehistoria. Resumiendo muy mucho, hace algo más d treinta siglos, en plena Edad del Bronce, los abuelos de Clausewitz se dejaban los cuernos a base de hostias de una manera muy, pero que muy organizada. Justo un poco antes de que se produjeran lo que conocemos como invasiones de los Pueblos del Mar, las cuales provocaron el colapso de todas las grandes civilizaciones del Mediterráneo menos la egipcia, que bajo el reinado de Ramses III se libro por los pelos después de pasarlas putas en la batalla del Delta del Nilo.
Llegados a este punto cualquier juntaletras con un poco de imaginación debería de tener la cabeza a punto de estallar de tanta incógnita, de tantas posiblidades. ¿Qué evento obligó a tal movilización? Una movilización que deja en pañales cualquier historia narrada por la fantasía épica moderna o la ciencia-ficción. Una auténtica primera guerra mundial. Sinceramente, si después de leer todo lo anterior no pensáis que detrás hay una historia cojonuda por escribir es que estáis muertos por dentro.
En fin chavalería, la semana que viene llegará la segunda entrega de la serie, con consejos bibliográficos y más, mucho más.
Eduardo Martínez.